Si querés llorar... reí

Por Silvia Sánchez

A punto de estrenar la trilogía La prudencia, Desquiciados y La sufridera, Mundoteatral se reunió con Claudio Gotbeter: el señor de los bares.

La producción fotográfica es de Estudio Bottazzini - Scherbacoff

Quien haya frecuentado alguna vez el café Losada, seguramente se haya llevado guardada en sus ojos una imagen: la de un hombre que sentado en la mesa que da a la calle, habla solo. Ese hombre no solo habla solo: también mueve las manos, gesticula al aire sin darse cuenta y se sonríe. Pero ya se sabe que las imágenes pueden ser engañosas porque ese hombre –que habla de la locura- no está loco. -Claudio: ¿vos te das cuenta que estás hablando solo y haciendo gestos?, le dijo una vez Julio Chávez.

Claudio es Claudio Gotbeter: un hombre que todos los días en la misma mesa del mismo bar, escribe obras de teatro. Un hombre que ama tanto al teatro, al punto de parecer un loco. Este señor, coleccionador de miradas asombradas para los que por primera vez frecuentan el bar y viejo conocido para los parroquianos del mismo, es actor, director y, desde hace veinte años, dramaturgo apasionado. Y aunque milite contra la nostalgia y diga que el tango no le gusta, algunos de sus clisés lo seducen: el bar, la calle Corrientes, el café, el cigarrillo, la charla encendida y sin apuro, los papelitos escritos a mano y distinguidos entre “pasados en limpio” y “no pasados en limpio”.

-Siempre escribo en el café, paso muchas horas aquí, es que en mi casa me distraigo- dice este hombre mientras juega con su pelo algo largo y gris.

Los bares parecen ser para Gotbeter el lugar ideal en donde poder capturar las situaciones que definirán su estética a la que él llama “verista”: -Una vez alguien me dijo que yo era verista y no absurdista y creo que tenía razón, porque yo no pretendo distorsionar la realidad, ella misma está distorsionada. Y continúa: -Yo empiezo siempre a jugar con situaciones o con diálogos que le pasan a la gente. Por eso para mí los bares son un lugar ideal, en ellos siempre se escuchan cosas raras y yo estoy atento para pescarlas y luego, adaptarlas.

Ahora está desvelado con una conversación que escuchó hace poco y que seguramente en un tiempo tendrá forma teatral: -El otro día en esa mesa –dice- dos tipos que tomaban el té hablaban acerca de una tasa, más específicamente, de lo mal construida que estaba el asa de la tasa. Yo estaba maravillado, no podía dejar de contemplar esa escena: los tipos la levantaban, la miraban... hablaban de la tasa como si hablaran del misterio de la creación... se les iba la vida en eso.

Tal vez allí resida el secreto de su estética: - Lo que escribo es más bien exacerbado. Como dos tipos hablando y dejando la vida en una charla sobre una tasita de té.

Para Gotbeter, esa exacerbación es un territorio más femenino que masculino, por eso dice llevarse muy bien con las mujeres. -Me entiendo mucho con ellas, me identifico con esa mezcla de arraigo a la tierra y viaje a las estrellas que tienen. Las mujeres son exacerbadas en lo romántico y eso me encanta....

A pesar de no alistarse en las filas del absurdismo, Gotbeter -fanático de Dostoievski porque lo hace reír por el lugar desde el cual cuenta lo terrible- se entregó sin resistencias a la última novela “pretendidamente erótica” de Griselda Gambaro y mira con buenos ojos a Jarry a quien considera el iniciador del absurdo. Ojos que se tornan definitivamente enamorados cuando pronuncia la sentencia “Beckett es una de las plumas más maravillosas que existen. Entre Ionesco y Beckett no tengo dudas: Beckett por ser más lapidario”.

Difícil de encasillar aunque enumere preferencias, Gotbeter comenzó como actor a los 20 años de la mano de Roberto Villanueva, uno de los mejores intelectuales que según él hubo, pero al que nunca le dieron el espacio que merecía.

- Mi primer obra fue el Plauto, duraba cuatro horas y cuarto sin intervalo. Era una adaptación de toda la obra de Plauto. Yo me quedé marcado de por vida por aquella experiencia porque la obra era una fiesta. Tenía el sello de lo que a mí me gustaría en el futuro: era una obra que se escapaba de lo convencional.

En la trilogía de comedias negras que pronto estrenará, Gotbeter afirma que tiende al humor negro y que en esas puestas despojadas, sus personajes –que no se tutean- se mueven con una lógica que –como no podía ser de otra manera- su padre considera infantil.

- Se podría decir que en todas hay un hilo conductor (además de un personaje llamado Trinidad que aparece en dos de las obras y que en la tercera es nombrado) o al menos, algunos puntos en las que se tocan: el desamparo, el padecimiento, el miedo (“que algunas veces paraliza y otras veces nos lleva a hacer cosas ridículas”), la dificultad para resolver o los fantasmas que acechan y crecen hasta aplastarte como bolas de nieve.

-Mis personajes no están locos, si yo pensara eso los estaría descalificando. Ellos tienen una lógica muy sólida, no es todo vale, no es eso, ellos tienen motivos que los justifican y esa lógica no se puede quebrar.

Tal vez por eso, el señor que gesticula solo en los bares (¿qué dirán sus personajes de él?) cuenta que una vez hizo todo lo posible por suicidar a uno de sus personajes pero no pudo: el personaje le ganó.

A esta altura –de la charla y de la vida- el hombre que ha fumado varios cigarrillos y ha acomodado varias veces sus papeles, parece tener las cosas bastante claras: -Yo soy más reconocido afuera que aquí, pero está todo bien, acá siempre monté mis propias obras, las escribo, las dirijo y a veces hasta las actúo. No soy localista. Sin embrago yo escribo de lo que pasa acá, solo que no lo sitúo y no uso un lenguaje coloquial, mas bien uso un lenguaje barroco porque me gusta mucho jugar con las palabras, aunque a la vez es un lenguaje sencillo. A veces incluso rescato expresiones arcaicas, siempre procuro que haya alguna en mis obras, por ejemplo “a troche y moche”.

Cluadio, el que intenta jugar todo el tiempo, el que encuentra en la tragedia algo de cómico, el que mira hacia adelante sin por eso encogerse de hombros ante el pasado, ríe con ganas de sus ocurrencias. Y continúa: - No puedo escribir sino es desde el humor. Me gusta reírme de los problemas y eso me da a mí y al espectador, la posibilidad de pasar un buen rato. Y si el espectador tiene ganas, se puede involucrar, aunque no está obligado.

Reconocido internacionalmente (aún recuerda la revolucionaria experiencia que vivió en el festival de Avignon al que fue especialmente invitado) Gotbeter cree que con matices y colores, la locura siempre es la misma. -En el 2004 se hizo un montaje de La Prudencia en Francia. La obra habla de la inseguridad y del miedo que nos lleva a accionar absurdamente. Nosotros aquí enseguida remitimos eso a determinadas problemáticas muy nuestras, sin embargo en Francia asociaron esa inseguridad con la inmigración. Es más, recuerdo una crítica que decía que la obra era “una radiografía de nuestra estupidez”... y yo que pensé que hablaba de la nuestra...

Claudio Gotbeter no para. A punto de estrenar tres obras, está escribiendo dos y su cabeza no se detiene. No piensa abandonar el bar, el sitio en donde sus orejas se ensanchan para captar historias casi esperpénticas, el sitio en el que encuentra material para darle vida a esos personajes que él define como antihéroes.

De tanto hablar del miedo, del sufrimiento y de sentimientos similares, resulta casi imposible no preguntarle a este señor –experto en esos temas o al menos, agudo observador de los mismos- sino se ha psicoanalizado alguna vez.

- Sí, cuatro veces cuando tenía quince años y decidí no ir más, a partir del momento en que el analista me saludó tres veces en la misma sesión... me parece que elegí mal, pensé.

Radiografía de la estupidez, o de la locura, o de lo humano visto con lupa, las obras de Gotbeter son de esas que no hay que dejar de mirar. Porque el espejo que son, está lleno de risas. Y si alguien se anima, podrá atravesarlas y contarnos el misterioso secreto que esos espejos esconden tras de sí.