Roméo et Juliette, una tragedia parisina

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Por Fabián D´Amico

Lograda transposición de tiempo y espacio de la opera de Gounod, donde se destaca la puesta en escena de Mercedes Marmorek y un plausible dúo protagónico.

Cuando los melómanos, al menos los menos tradicionalistas o estructurados, se sientan en la butaca a la espera que levante el telón para una nueva función de Buenos Aires Lírica, saben que todo puede ocurrir cuando la representación comience. Sorpresa, innovación, calidad y aires renovadores son las variables que identifican a la organización y que en esta última producción de la temporada 2014 estuvieron presentes en Roméo et Juliette.

Una de las óperas más románticas del repertorio francés con la firma de Gounod con escenas de gran dramatismo y melodías efectistas para retratar la tragedia shakesperiana se disfrutó desde una propuesta de espectáculo musical integral donde la fuerza y la intención vocal, acompañada de una marcación actoral precisa y una moderna adaptación de lugar y tiempo posibilitan que el público en general llegue a conocer un género tan bello como elitista.

La adecuada elección de la pareja protagónica con un phisque du rol acorde a la adolescencia de los enamorados es uno de los puntos fuertes de esta versión. Oriana Favaro posee una belleza física que se traslada a su registro vocal claro y musical y junto a Santiago Ballerini un tenor preciso con una presencia escénica contundente desde lo actoral logrando escenas finales difíciles de olvidar.

Una excelente labor de Mercedes Marmorek que excede su rol de reggie y se convierte en una directora de actores efectiva tanto en las escenas intimistas como en la marcación de los movimientos del coro, vocalmente preparados por Juan Casasbellas y memorables actuaciones del elenco como el pequeño papel interpretado por Laura Polverini, vivada por una vigorosa audiencia.

A pesar de ciertos excesos transpositivos (las bailarinas del can-can o los cupidos), Marmorek realiza una puesta en escena atractiva trasladando la acción al Paris de finales del siglo y acierta con la elección de la cuidad escenografía de Nicolás Boni con toques modernos y elementos del kitsch, el vestuario de Lucia Marmorek y en especial la iluminación de Alejandro Le Roux, un trio de jóvenes profesionales que potenciaron el sentido de espectáculo de la propuesta.

Javier Logioia Orbe dirigió una gran orquesta con mano firme logrando un homogéneo rendimiento de todos los maestros siendo un gran soporte para el logrado resultado musical de esta producción.

Más allá de la consabida reticencia de muchos purista a los cambios, el espíritu renovador, la sangre joven y el sentido de show que debe primar en un espectáculo de teatro musical sea cual fuera el género, son marcas de autor de Buenos Aires Lírica, como quedó demostrado en Roméo et Juliette, aplaudidas con fervor por un público que sale de la sala feliz y saciado no solo del bel canto sino de un buen producto visual.