Recursos inhumanos (El método Gronholm)

Por Silvia Sánchez

El Método Gronholm: una muy buena “combinación teatral” que reflexiona sobre una sociedad con límites difusos.

Si la música es el arte de combinar los sonidos, ¿qué será el teatro?, ¿el arte de combinar que cosas?. ¿Cuántas? ¿Cómo hará el teatro para ensamblar ese “espesor de signos” del que hablaba Roland Barthes?. Es más, ¿cómo hará cuando ese espesor se resiste a la chatura?. ¿Cómo hará el teatro para combinar un director de culto (Veronese), un teatro comercial (el complejo La Plaza), actores de orígenes diversos y un texto importado y exitoso?.
La fórmula tal vez sea misteriosa. Lo que no es un misterio es el resultado de la combinación: una muy buena obra de teatro que derriba prejuicios tanto de intelectuales (¿a ver una obra en el complejo La Plaza? ¡ni loco!) como de no intelectuales (¿quién la dirige? ¿ese de los muñecos que no se entiende nada?).

El método Gronholm está basada en datos de la realidad e intenta reflexionar acerca de la crueldad imperante en el mundo laboral, más específicamente, en el proceso de selección de personal para un puesto jerárquico. Para el autor: “la idea de la obra nació de una anécdota real. En una papelera de Barcelona se encontraron una serie de documentos en los que un empleado del departamento de personal de una cadena de supermercados, había anotado sus impresiones sobre las posibles candidatas a un puesto de cajera. Los comentarios estaban llenos de frases machistas, xenófobas y crueles del tipo: gorda, tetuda, voz de pito, cara de idiota, etc. El hecho de tener el poder para otorgarles o no un trabajo, lo legitimaba para ser cruel. Entonces imaginé a esas pobres chicas intentando dar una buena imagen de si mismas, intentando hacer lo que creían que se esperaba de ellas, dispuestas a soportar incluso pequeñas humillaciones para conseguir ese trabajo que necesitaban”.

Imágenes, apariencias, verdades, realidad, ficción: temas tan viejos como el teatro mismo que encuentran en la pieza del español Garcelán y en la puesta de Veronese, un aire renovador.

Alejandra Flechner, Gabriel Goity, Jorge Suárez y Martín Seefeld son los cuatro aspirantes al puesto ejecutivo de la empresa multinacional Dekia. Luego de superar varias etapas deberán pasar la última, la cual dará como resultado al triunfador. Pero las pruebas que tendrán que sortear para quedarse con el cargo, poco tienen que ver con el trabajo en sí, otorgando un aire absurdo que provoca una risa rara. Una risa tensa, engordada por un secreto que se develará casi al final de la pieza: el entrevistador es uno de ellos cuatro y ha fraguado su identidad. Como los otros tres.

En este juego de “identidades debilitadas”, los límites parecen inciertos y el humor que generan algunas situaciones, destila una tensión tan cotidiana como insoportable.

Para Veronese, algo hay de combate en ese mundo, metáfora del que habitamos todos los días. “El juego Gronholm es un juego que nos hace saber que, allí dentro, no importa quiénes somos ni cómo somos, sino lo que aparentamos ser. Nuestra auténtica identidad no le importa a nadie, quizás ni a nosotros mismos”.

Con muy buenas actuaciones -un placer la metamorfosis de Jorge Suárez- y diálogos precisos, El método Gronholm confirma varias cosas: a) que Garcelán es un excelente autor y está bien que se lo premie b) que Veronese es un excelente director y también está bien que se lo premie c) que la ficción y la realidad decididamente se seducen d) que un teatro basado casi exclusivamente en un texto dramático, solo puede ser sostenido por buenos actores e)que a los actores los agiganta un buen director e)que a un buen director lo enriquece un buen autor f) que la pregunta inicial está develada: el teatro es el arte de combinar todo eso.

Y también el teatro es el arte de denunciar con simulacros, el simulacro. Con humor, el horror.