Radiografía de un actor independiente

Por Silvia Sánchez

El actor Rodrigo González Garrillo, parte del elenco de Ala de criados y un presente a puro teatro y orgullo.

Cuando Rodrigo González Garillo terminó de leer Saverio el cruel de Roberto Arlt, supo que quería ser actor. Hoy, a los 36 años, el pecho se le ensancha cuando recuerda aquellas épocas de faena y descubrimientos: “Yo siempre trabajé de otras cosas para poder hacer lo que quería como actor. Cuando descubrí que quería actuar, me puse a estudiar enseguida y mientras tanto trabajaba para pagarme los estudios. Cuando entré en la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático) trabajaba en una agencia de turismo. Tenía un puesto de mucha responsabilidad: De ocho a cinco trabajaba allí y cuando salía me iba corriendo a la escuela hasta las once de la noche. Imaginate, así todos los días durante cuatro años”, recuerda orgulloso.
Fueron años de estudio, de entrenamiento y sobre todo, de mirar todo el teatro que estuviera al alcance de la mano. “Me veía -y sigo viendo-mucho teatro. No soy prejuicioso, me gustan todos los géneros, por eso cuando voy al teatro sé lo que le puedo demandar y lo que no”, afirma el actor que hoy está feliz porque gracias a esa prepotencia de trabajo, integra dos de los elencos más selectos de la escena local: el de Lote 77 de Marcelo Minino, y el de Ala de criados de Mauricio Kartún.
“A Marcelo (Minino) siempre le voy a estar agradecido, asegura, es un placer trabajar con él”. Fue gracias a Lote 77 que Mauricio Kartún lo convocó para el personaje de Pancho, uno de los primos de Ala de criados: “Vino a ver la obra y me dijo que creía que yo podía hacer ese personaje, cuenta, pero que él hacía audiciones. Yo no estaba acostumbrado a hacer audiciones así que la hice sintiendo que era buenísima la oportunidad pero que si no salía, igual estaba todo más que bien”. Al poco tiempo, Rodrigo se enteró que le daría vida al personaje de Pancho.
Entonces vino casi un año de trabajo, mucha lectura, mucha información, asomarse a una historia (teatral pero también del país) y a un lenguaje hasta entonces no abordado. “Vi muchas imágenes, por ejemplo, imágenes de Mar del Plata de principios del siglo XX. ¿Vos sabias que entonces, las clases altas se juntaban a conversar? ¿Entendes lo que te digo? Existía una actividad que era la conversación”, dice fascinado, como deslumbrado por ese mundo de sillas tonet y tiempo libre.
Cuenta Rodrigo que desde aquella audición hasta el día de hoy, el proceso de trabajo ha sido “casi una fiesta” y cree que parte de esa magia está en el equipo de trabajo, en los actores que comparten la escena. “Tanto en Ala como en Lote 77 nos llevamos muy bien, y eso es fundamental para que el trabajo brille. Sino, se nota”
Mientras le pone al cuerpo a los dos personajes que tiene en la actualidad, Rodrigo vende flores, saca fotos y se asegura con algunos trabajos no actorales, la independencia económica. La misma que le da aire para elegir lo que le gusta, para hacer lo que cree. “Yo siento que siempre va a ser así y no me molesta, porque me gustan todas las cosas que hago, también las que hago cuando no actúo. Es más, yo quiero que sea así porque de otro modo no podría, eso me da libertad”.
La libertad que lo lleva por ejemplo, a embarcarse en proyectos como Lote 77: “Lo de Lote fue increíble, trabajamos un montón y la verdad no pensábamos a priori en lo que se iba a generar. Si no hubiese pasado lo que pasó (Lote 77 es una de las puestas más vistas del teatro independiente, ganadora de la Fiesta de Teatro CABA 2008, nominada para los premios Florencio Sánchez y destacada en los premios Teatro del Mundo en los rubros dirección, dramaturgia, iluminación y escenografía) también estaba buenísimo porque estábamos donde queríamos estar”.
Una premisa de oro para Rodrigo: no desobedecer nunca la ley del deseo. Por eso el presente lo encuentra corriendo de un teatro a otro y también, estudiando dramaturgia de la mano de Tantanián. “Está buenísimo, cuenta entusiasmado, es un grupo con gente muy interesante, que viene de diversos campos y eso genera una riqueza más que productiva”.
Desde aquella lectura reveladora hasta este presente en el que ha subido un peldaño más que importante en su carrera, han pasado muchísimas cosas: un viaje a Europa, mucho análisis, un trabajo de cadete frente al Luna Park, horas y horas de mirar a Selva Alemán y a Alicia Bruzzo en Atreverse, y sobre todo, una convicción que nunca se fisuró. “Yo siento que voy despacio, no solo en esto, en general. Pero hay algo que está bueno de eso, dice. La certeza de hacer lo que quiero y la tranquilidad de habérmelo ganado yo solito, con mi trabajo”.
Y otra vez recuerda cuando hace poco sonó el teléfono de su casa y del otro lado la voz de Kartún lo felicitaba por su trabajo y lo invitaba a trabar con él. Y otra vez, el pecho se le infla de orgullo. Y está muy bien.