Perdido por perdido

Por Silvia Sánchez

El Colectivo Teatral Puerta Roja repone algunas de sus obras y anticipa otras nuevas.

En el marco de los festejos por sus cuatro años de vida, el Colectivo Teatral Puerta Roja ha decidido poner en escena obras ya estrenadas en su momento, así como también obras que verán la luz en poco tiempo más.

Entre las primeras, se encuentra Parece algo muy simple, puesta que bajo la dirección de Adrián Canale (uno de los coordinadores artísticos de Puerta Roja) está inspirada en un cuento de Raymond Carver y que forma parte de una trilogía que recién se completará el año que viene con La oscruridad de los oscuros y con De qué hablamos cuando hablamos de amor.

Carolina Tisera, Alejandro Vizzotti y Marcelo Subiotto son los tres actores encargados de dar vida a una madre, un padre y un panadero. Una madre y un padre que han perdido a su hijo de ocho años en un accidente, y un panadero que ha fabricado una torta para ese hijo muerto y que ante el no retiro de la misma se vuelve un personaje oscuro, aclarado en un final en el que como puede -con pan- trata de mitigar el dolor ajeno y la culpa propia.

Historia no solo literaria sino también transpuesta al cine, esta versión de Canale acude a la economía expresiva en todos sus sentidos: apenas los tres personajes esenciales del drama, un sillón para el padre y un equipo de música.

Pero esa “modestia composicional” no solo goza de buena salud a nivel de la puesta en escena sino que también lo hace a nivel de la composición actoral.

Los actores narran el cuento de Carver y lo actúan “minusculamente”. Lejos -muy lejos- de la cuarta pared y sus efectos embrujadores Parece algo muy simple, no es tan simple: algo que se mete en el terreno mismo de la enunciación, es decir, en el terreno mismo “del acto del contar”. Y ese contar tiene un sentido incierto porque si bien hay una composición actoral, la misma no es ni lineal ni convencional, y si bien hay situaciones teatrales, la mayor parte de la puesta transcurre con los personajes del padre y la madre hablando directamente al público, tamizada por pequeños diálogos entre ellos dos, y entre ellos y el panadero.

En el final, el estatuto enunciacional se torna aún más complejo: la madre toma el libro de Carver y literalmente, “lee” el final de la historia.
La repetición de las situaciones que relatan la muerte de Nicolás y su agonía previa desde diferentes registros, el olvido, la risa, la mirada al espectador portadora de una “enunciación enunciada” (en donde la escritura se desnuda y no se esconde) y las buenas actuaciones, hacen de Parece algo muy simple una interesante puesta que a lo difícil de la perdida (del hijo) le suma la tarea de reponer constantemente -esde el trabajo espectatorial- otras perdidas: las de un relato que deja lagunas, espacios vacíos, huecos sin harina que los llene. Algo así como cuando los significantes y los significados se dan la mano.