Para salir de la desventura

Por Silvia Sánchez

El batacazo: muy buenas actuaciones para una obra que lo tiene a Dayub como autor, director y actor.

El batacazo, tercera pieza de Mauricio Dayub en carácter de autor, narra una noche en la vida de Cobra y el nene. No una noche cualquiera, sino aquella en la que el nene (Osqui Guzmán) se dejará convencer por Cobra (Mauricio Dayub) en eso de ir a buscar el golpe de suerte; algo que harán entrando clandestinamente a un parque de diversiones desafiando al destino en un extraño juego de azar.

El nene es claramente un perdedor. Cobra en cambio no tiene ni mucha ni poca suerte, anda siempre “a medio camino”. Cobra trabaja en el parque de diversiones que les proveerá el golpe de gracia. El nene es camillero, habitué de hospitales y familiarizado con la desgracia. Ambos están delineados con el encanto -y el espanto- de ser casi desclasados. Ambos, de manera abierta o velada, quieren hacerle una zancadilla a ese destino que los dibujó perdedores porque en el fondo, Cobra y el nene están convencidos que la felicidad reside en “ser de grandes lo que uno soñó cuando era chico”.

El batacazo, por su autor, por sus intérpretes, por haber contado con la supervisión autoral de Mauricio Kartún, incluso por el espacio en el que se desarrolla; es una obra sensible. Sin embargo, la pintura de esos dos personajes -a pesar de la empatía y el humor que despiertan entre el público- no termina de estallar. Como si en esta primera pieza de Dayub como director “todo estuviera bien pero faltara algo”.

Es que los trabajos actorales son muy buenos (sobre todo el de Dayub en un Cobra perfecto en su modo de hablar, su vestimenta y su postura corporal); la música del Chango Spasiuk es precisa (casi una música de parque de diversiones cerrado); la escenografía de Galán lo mismo (a través de ese gran juego de azar sobre el cual gira toda la pieza) y sin embargo, algo falta.

La potencia dramática que debería otorgar la unidad de tiempo, de lugar y de acción no aparece y por eso, uno tiene la sensación de que El batacazo se queda “a mitad de camino”. Casi como la suerte de Cobra.