Las cosas por su nombre

Por Fabián D´Amico

“Carnaval de estrellas” es un excelente music hall pero lejos de ser una buena revista.

Cuando la década del 80 apenas estaba en sus comienzos, la chabacanería, la vulgaridad y las épocas de vacas flacas invadieron el género de la revista dándole una estocada casi mortal. Luego de más de una década, Nito Artaza y Miguel Ángel Cherutti intentaron reflotarla pero fracasaron en el intento. Sin proponérselo, crearon un subgénero algo inverosímil. La previsibilidad que el público esperaba ver en la revistas, característica sin duda que marca un género y que era lo prohibido, lo pecaminoso, las desnudeces, lo mórbido; fue reemplazado por un hibrido apto para todo público, con chistes remanidos, mujeres más cubiertas que en las playas de acceso público y producciones de escaso nivel tanto en inversión monetaria como en creatividad. Nace así el espectáculo de corte revisteril, invento de los argentinos con poca plata y hambrientos de la fama de la gloria de un género que lucha siempre por no quedar en el olvido.

Muchos productores (de los nuevos y de los antaño) intentan acercarse o retomar la vieja y efectiva formula. Algunos con más éxitos que otros. Daniel Compa, socio junto al desparecido Jorge Guinzburg de espectáculos revisteriles, intenta una vez más un acercamiento a la revista, no lográndolo. Esto no quiere decir que el espectáculo carezca de valor. Al contrario. “Carnaval de estrellas” es un excelente espectáculo humorístico musical pero lejos de respetar la estructura de la tradicional revista porteña.

Con un monólogo de apertura Juan Carlos Calabro demuestra todo su carisma y profesionalismo intacto y que no disfrutábamos desde hace 28 años cuando una bomba destruyera “El nacional” y junto a él la última gran revista “Sexitante” que lo tenía junto a Susana Giménez como protagonista. Una serie de chistes blancos, sin groserías como el mismo se encarga de destacar, abre el espectáculo donde una pantalla con diversas proyecciones será la única escenografía de un show donde prima más el buen gusto que la costosa inversión.

Un ballet de seis bailarinas es el encargado de darle marco a las coreografías creativas y de impacto creadas por Flavio Mendoza, pero de débil realización al carecer de una partener adecuada (Cirio y Tesouro solo aportan su belleza) y de un cuerpo de baile masculino que le hubiesen dado fuerza a la propuesta del coreógrafo. En verdad, la vedette del espectáculo es el propio Mendoza, demostrando su destreza como bailarín y acróbata.

Con una ágil estructura de cortos monólogos o cortinas efectivas, el humor del espectáculo esta en manos de Bicho Gómez y Campi, más efectivos cuando realizan sus creaciones individuales (el carismático payaso MalaOnda y una aplaudida caracterización de Antonio Gasalla en manos de Campi) que en su labor conjunta.

Pero sin duda, el show crece hasta niveles de excelencia cuando sobre el escenario aparecen Raúl Lavie y Estela Raval. Lavie, en un homenaje a Piazzolla y uno a Buenos Aires, exhibe toda su presencia escénica, demostrando que además de un excelente cantante tiene un dominio acabado del escenario y del público, logrando con tan solo los escasos minutos que dura un tema musical, crear climas intensos y emotivos.

Párrafo aparte merece Estela Raval. Elegancia, buen gusto, una voz que no denota el paso del tiempo en una arista integral. En un mini recital, donde no esta ajeno el humor, canta sus grandes clásicos y temas nuevos, destacándose un homenaje a Sandro y un tema que va camino a convertirse en un nuevo leiv motiv que la identifica como lo es Resistiré.

“Carnaval de estrellas” seguramente hará las delicias de quienes deseen ver un music hall de buen gusto, con artistas de primer nivel y figuras conocidas de la televisión. Si la intención del público es ver una revista como las de antes y no como las de ahora, busquen otro destino.