La venganza se sirve en plato frío

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Por Fabián D´Amico

Dinner es una pieza londinense que abarca distintos géneros teatrales sin profundizar ninguno. Se luce Willy Lemos como el protagonista principal de la obra en una creación plausible.

La esencia de un texto clásico es el disfrute del mismo en cualquier idioma, país o adaptación ya que la fuerza de este radica en la historia que se cuenta. En cambio cuando un espectador se enfrenta a un texto con marcadas referencias localistas, que el adaptador no puedo sortear, el público tiene que hacer muchas concesiones para poder entrar de lleno en lo que se relata. Esto ocurre en Dinner, obra inglesa de Moira Buffini, estrenada en Londres en 2002 y que puede verse en el Paseo La Plaza en una versión local dirigida por Valeria Ambrosio.

El planteo de la pieza es universal. Un matrimonio de la oligarquía local está formado por Paige, una aristocrática mujer que decide organizar una cena para celebrar el exitoso lanzamiento del libro de su marido, con la intención de pasar una velada nada agradable. Invita a la cena a una antigua conocida de su marido-y actual amante de él- y a su pareja, un político de renombre. Además, un amigo de la pareja, reconocido científico junto a su esposa, una periodista de chimentos. El último integrante de la cena es el mayordomo contratado por Paige para que sirva la cena que ella misma preparó y en donde cada plato tiene una significación especial.

El político no puede asistir al encuentro pero su lugar en la mesa es ocupado por una visita inoportuna y ajena al círculo social reinante en el ágape. Un repartidor cuyo camión se averió a la entrada de la casa de Paige y el cual solo pide llamar por teléfono a un auxilio. Esa llegada de un ser especial, termina por amar el plan perfecto-y siniestro- de la anfitriona.

Dinner es un texto que juguetea entre varios géneros. Con mucho de comedia negra y plagada de ironías políticas y sociales, el desenlace de la pieza se ancla en una thriller de suspenso donde la muerte asiste a la cena. La adaptación de la obra ubica la acción en una casona de Palermo aunque el político ausente y el joven repartidor tuvieron sus respectivos inconvenientes debido a la espesa niebla que cubre la ciudad en esa noche. Un localismo londinense difícil de dejar de lado y que ensucia el verosímil del relato.

La puesta en escena y dirección de Valeria Ambrosio no ahonda en solucionar cierta endeblez del texto cuyo conflicto principal es débil y cuya resolución final se demora en llegar y opta por una marcación espacial y de actores cercana a la farsa, elección que refuerza el distanciamiento y genera una artificialidad que aleja al público del relato. El uso de cámaras colocadas en la mesa, de manera de ver los rostros de los actores que se proyectan en un cuadro que corona buena parte del escenario, es un recurso original pero extradiegetico, es decir, ajeno al lenguaje y a la trama que se intenta narrar.

El “plato” fuerte de la obra es el protagónico de Willy Lemos en la piel de Paige. Un excelente actor de cine y de televisión que hace un auspicioso debut en el teatro comercial. Su manera de retratar a esta mujer dispuesta a todo por su matrimonio es brillante, con un equilibrado nivel de maldad y glamour, sin caer nunca en la maquieta de “un hombre que hace de mujer”. Su elegancia y charme sobre el escenario y su preciso tono de voz logra que la platea entre en ese juego de ambigüedad de manera inmediata. Nacho Gadano como el esposo frió y calculador demuestra su experiencia en teatro y saca a flote un personaje deslucido desde la dramaturgia. Juan Manuel Gilera, como el joven humilde, a pesar de utilizar un innecesario tono provinciano, genera los momentos de tensión más interesantes de la velada y se luce con su rol. El resto del elenco cumple con personajes distantes, fríos y snobs de manera correcta. Mención especial merece el debut teatral de Alejandro Veroutis como el mucamo, un papel que solo habla al final de la obra pero que es una pieza fundamental para el desarrollo de la obra y que el actor lo maneja de manera certera y eficaz.

Dinner es una propuesta con luces y sombras, donde el discurso propuesto por Ambrosio, si bien original y creativo desde lo estético, no alcanza para subsanar los baches de la traducción y versión local que no apuntalan un texto tan pretencioso como anodino.