La era de los monólogos

Por Silvia Sánchez

Cincomediantes

Es época de monólogos. Es época de crisis. Y el monólogo es ideal para estos tiempos: un actor solito, casi nada de escenografía. Muy poco de todo. Incluso de dinero.

Claro está que lo poco que queda, tiene que ser bueno. Es decir: al menos un buen texto, un buen actor, una buena dirección, tres “ingredientes” esenciales para un buen espectáculo monologado.

Pues bien. Nada de eso sucede en Cincomediantes, la obra que los domingos presenta en Liberarte cinco monólogos para hacer reír ( hacen bien los hacedores del espectáculo en preguntarse en el programa de mano, si se trata de un espectáculo de humor ) .

Una voz en off a cargo de Gimena Riestra nos va presentando a los 5 actores que tendrán a su debido tiempo y en forma sucesiva, un monólogo a su cargo.
El primero es Vinchu Rivera. Como dato sabemos -gracias a la voz de la chica -que Vinchu “nunca ganó una mina en un boliche ...ni fuera de él”. Luego de semejante carta de presentación aparece el consabido “perdedor”.

Vinchu se dedica a contar -como si estuviese ante sus amigos y no ante espectadores que han pagado una entrada- todas las vicisitudes que le acarrea el ser petiso: problemas para llegar a las manijas del subte, a la barra de la disco (¿será porque no puede pagar tragos que no gana chicas? ) y así una eterna enumeración de dificultades provocadas por su escasa estatura.

Luego de dedicarle una gran parte de su monólogo a criticar a los mimos y de contar a los espectadores la cantidad de veces que ha tenido fiebres “inducidas” por aquello de que ” la fiebre estira” (acaso la idea mas simpática), Vinchu Rivera acaba hablando de aquellos que no tienen nombre propio en la sociedad porque son los “gordos”, los “pelados”, los “petisos”. Que pase el que sigue.
El que sigue es Octavio Bustos, camisa roja y cara de Arslanian cuando era joven. Si el primero de los monólogos trata una problemática personal, el joven Arslanian se mete con el cine. La chica de la voz en off insiste en crearle traumas a estos pobres muchachos: Octavio es presentado como alguien que todo el tiempo es abandonado. Su monólogo si bien es un poco mas “elaborado” que el anterior -en cuanto a que no solo relata desgracias personales- tampoco logra levantar mayor vuelo ya que las “ideas” que aportan son del orden de: ¿qué pasaría si en vez de pochoclo en el cine dieran sopa? Obviamente imagina un tropezón, la sopa caliente cayéndose en la cabeza de algún espectador y cosa similares....El que sigue por favor.

No, el que sigue salteémoslo y vayamos al cuarto: Pablo Kenny. Ahora la chica de la voz off parece cambiar de postura: Pablo es decididamente el “exitoso” del grupo. El muchacho en custión va a “disertar” sobre el origen de las palabras. Y adivinen una cosa....¿sobre que palabras diserta Don Pablo? Si!!!!!! Sobre malas palabras!!!! Perdón, miento: sobre palabras que tiene una carga semántica que irremediablemente remite a lo sexual. En criollo: palabras que tienen doble sentido. O sentidas, para estar a tono.

El último es Max Goldenberg, con n antes de la b, como el mismo insiste en aclarar. Un chico sin suerte en la presentación off. Max basa su monólogo en la problemática de los horóscopos, la cual lo deriva a como ganar mujeres. Algo en lo que –era de suponer- le va mal. Luego de los primeros minutos en que la cosa puede pintar buena, todo se desinfla y asistimos a una especie de revival de la prenda “Yo se” en donde un adolescente algo atolondrado intenta hacer reír a toda costa a un publico que a esta altura sospecha que si el muchacho hubiera profundizado en los horóscopos y apostado a la versatilidad de su voz (que apenas se vislumbra) tal vez le hubiera ido mejor.

Nos habíamos salteado al tercero, a cargo de Alejandro Navillat. Con una camisa hawaiana, Navillat sale al escenario y a diferencia de sus compañeros no le teme a las pausas. Apareció un actor. Una idea . Algo de dirección. Ya no solo una enumeración vertiginosa de desgracias personales.
El actor compone a un inútil para quien el mundo se divide entre los que pueden volver sin dificultades a sus casas y los que no, visión de alguien que vive en Puente Avellaneda. Léase: zona piquetera. El inútil solo mira televisión, estudia humor y se pregunta vagamente por el sentidos de las cosas.

El monólogo de Navillat es el mejor momento de Cincomediantes y se diferencia claramente de los otros no solo porque se vislumbra una composición actoral, sino también porque a pesar de tocar temas “comunes” como sus compañeros, el tratamiento de los mismos es más feliz que en los anteriores casos. Y si no es más feliz, al menos tiene la astucia de solo sobrevolar los lugares comunes y no detenerse en ellos. Así, cuando habla del mítico programa televisivo “Gran hermano” ( en esos momentos uno dice: uy!...) se trata solo de una evocación fugaz que le sirve para homologar su condición de inútil con la de los que participaban del reallity de Telefe.

En fin. Ya lo dijimos más arriba. Es época de monólogos. Es época de crisis.