Instrucciones para curar a un país con la risa en banda

Por Silvia Sánchez

Comentario de la obra El pelele y Reportaje a Claudio Gallardou.

“Me eligieron por mi inteligencia, no por mi prontuario”.
Frase ya celebre de la historia argentina que en boca del autor original ocasionó su destitución como ministro y en boca de La Banda de la Risa, risa.

Ante tanta tragedia colectiva , habrá pues que volver a leer los viejos manuales del doctor Freud, para recordar cuanta razón tenia cuando afirmaba que el origen de la comicidad, tenia que ver con la impotencia para asumir la realidad trágica de una situación.

Algo que al parecer, el grupo comandado por Claudio Gallardou toma al pie de la letra y explota en cada uno de los elementos que integran la puesta de “El Pelele”.

Luego de dos años de ausencia en los escenarios , La Banda de la Risa, presenta “El Pelele”, adaptación de ” El Señor Badanas”, del autor español de sainetes y tragicomedias Carlos Arniches.

La historia es muy sencilla: en el pueblo de Buenaventura, un pueblo imaginario del interior de la Argentina, existe un señor cuyo nombre lo dice todo: Honorato Cordero y Manso...
De la noche a la mañana Honorato se convierte en el Intendente de su pueblo y deberá lidiar de allí en mas con todos los vicios , mezquindades y demás oscuridades que un cargo como el que lo honra esconde tras de si.
El problema es que Honorato es un ser ético y honesto y en su corto camino por los vaivenes de la política , tropieza a cada instante con seres ambiciosos e inescrupulosos que hacen lo imposible para trastocar sus virtudes.
Algo que logran... pero solo momentáneamente.

Obviamente el impacto de “ El Pelele” se basa en parte, en su estrecha relación con la situación social y política de nuestro país y nuestros dias.

La puesta esta ambientada en las décadas del 30 y del 40, algo que se refleja en el vestuario y en la galería de personajes que la integran.
Sin embargo el director juega permanentemente con la resonancia actual y lo hace no solo a través del núcleo de la historia (un mal evidentemente antiquísimo) sino y sobre todo, a través del trabajo con las citas.
Así, estos personajes cuya acción transcurre en el pasado, verbalizan discursos del presente que el espectador decodifica sin ningún tipo de problema: desde el ya emblemático “Síganme no los voy a defraudar” pasando por las ” Felices Pascuas, la casa esta en orden” hasta llegar al ahora ya recordado pero reciente cacerolazo, el trabajo con la intertextualidad resulta útil para lograr la identificación en la recepción.

Pero la eficacia de “El Pelele” reside sobre todo, en la concepción que el grupo tiene a la hora de abordar el teatro: la risa ,el juego y la libertad de interpretación, elementos que han hecho de La Banda uno de los grupos mas originales y coherentes del panorama teatral porteño.

Desde su nacimiento allá por 1985 hasta nuestros dias, La Banda de la Risa ha metido las narices en cuanto genero ,autor y obra quiso: Estanislao del Campo , Goethe, José Hernandez , Goldoni y Shakespeare , por nombrar algunos.

Dicha diversidad, fue abordada siempre con las mismas armas:
El uso de técnicas fusionadas : teatro, canto, baile, acrobacia. La improvisación. Las rutinas y gags provenientes del circo criollo . Las citas usadas a modo de homenaje. La ruptura de la cuarta pared y la introducción del espectador en la acción . La música en escena . Los procedimientos saineteros. La improvisación. La exageración en el maquillaje y en el vestuario. La desnudez del espacio escénico.

Armas que respondieron (y responden) a una concepción teatral determinada : la adhesión a un teatro en donde el juego, la artificialidad y la teatralidad se hacen presentes en oposición al realismo y al psicoligismo .
Armas que además tuvieron (y tienen)un blanco mas que claro: la risa del espectador.

Como el sainete.
Genero que nació para divertir, entretener y hacer reflexionar al espectador de manera “módica” sobre sus problemas.

“El Pelele ” no es pues, la excepción en este ya largo prontuario de “bandidos”.
Una murga en escena. Un Gallardou que por momentos mantiene a su Honorato desde la corporalidad y desde el discurso vocal evoca a un Juan Vedaguer o a un Luis Sandrini. Una coreografía al compás de Besos Brujos. Personajes caricariturizados a partir de la mueca y la maquieta. Un desfile permanente de acrobacias. Un discurso que no se priva ni de el camelo (viejo recurso del sainete que consistía en hablar de manera ininteligible para provocar el efecto cómico) ni de la declamación (procedimiento privilegiado para parodiar al teatro culto) ni del aparte, ni de la morcilla (agregado al texto original que el actor incorporaba a su parlamento), ni del retruécano ( la respuesta rápida, inesperada). Una caravana de cachetazos y porrazos. La creación de la liga MHUDA (movimiento de ayuda humanitaria a favor de los pobres y contra el alcoholismo) . Las referencias burlonas a Palito Ortega , Dhualde y otros personajes de la realidad nacional. Las letras de las canciones escritas especialmente por Enrique Pinti La diputada “ Ernestina Rica” y sus grotescos movimientos. La carnavalizacion.
Armas.

La Banda de la Risa se mete por primera vez en su historia, con un tema tan nefasto y poco gracioso de nuestra identidad nacional como lo es la clase política argentina.
Y lo hace desde la estetica que marco desde sus comienzos hasta hoy toda su produccion.
Por eso cuando la puesta intenta una reflexión seria y desprovista de humor, se diluye cayendo en el mensaje , resultando los mejores pasajes aquellos los que la parodia se hace presente.

Tal vez porque en una época que ha perdido el sentido de la tragedia, parece ser ese, el único camino para hablar de la tragedia.

Así al menos, parece entenderlo la Banda de la Risa.
Que de paso le rinde un homenaje al genero popular sainetero y a sus grandes figuras y de paso también, reivindica su propio nombre: el pelele era el muñeco hecho de trapos o paja que se acostumbraba a usar a modo de diversión y que por deformación, termino designando al mas tonto del pueblo.

Honorato es un ser demasiado honesto , lo único que logra con eso es que lo tomen como a un tonto . Que se rían de el.

Tiempo al tiempo, diría Honorato.
Sobre todo si es verdad que quien ríe ultimo, ríe mejor.

Ficha técnica:
Elenco: Gabriel Rovito, Marcos “Bicho ” Gómez, Claudio Da Passano, Cristina Fridman, Diana Lamas, Coni Marino, Roxana Fontan, Omar Guzmán, Gustavo “Cacha ” Ferreira y Claudio Gallardou.
Versión, puesta en escena y dirección general: Claudio Gallardou.
Asistente de dirección: José Gaillardou
Asistente general: Lucas Gaillardou
Coreografías y bailes: Antonio Cervila Junior
Diseño e iluminación: Ariel del Mastro/Marcelo Cuervo
Letra canción final: Enrique Pinti
Música incidental y arreglos musicales: Federico Mizrahi
Letra y música de las canciones: Eladia Blazquez
Escenografía: Renata Schussheim/Valentina Bari
Vestuario: Renata Schusseim
Producción General: Cristina Fridman

Anclao en Buenos Aires
(Entrevista a Claudio Gallardou)

Jueves de tardecita, avenida Corrientes. Afuera, una de esas lluvias que coquetean con la amenaza de volverse diluvio. Adentro, en el teatro Picadilly, donde de jueves a domingo se presenta El pelele, los integrantes de La Banda de la Risa van llegando de a uno para la función. Como cualquier ser humano adulto, bajan por la escalera que el teatro tiene. Claudio Gallardou es el último en llegar y lo hace burlándose de su edad biológica: en lugar de bajar la escalera del teatro escalón por escalón como todos, lo hace deslizando su cuerpo por la baranda, y con los pies y las manos en el aire. Ritual que, se ve, repite cada noche a juzgar por un señor con cara de bueno que detrás de boletería lo reta diciéndole:
“Claudio, no hagas más eso, ya me tiraron la bronca porque la baranda de la escalera está vencida del lado izquierdo”. Claudio encoge los hombros y dice que bueno, que de ahora en más se tirará por el lado derecho: “así se empareja”, calcula. Sus compañeros lo festejan ruidosamente, lo mismo que el señor de la boletería que intenta poner cara de malo aunque no le salga porque la sonrisa se le escapa.

El niño en cuestión tiene más de cuarenta años, pero el rústico morral amarillo que cruza su diminuto cuerpo, su cara detenida en la adolescencia y su devoción por los payasos, desmienten la cédula de identidad. Sin embargo los años están. Basta mirar todo lo que hizo para creer en el milagro de la juventud a base de alegría y no de cirugías estéticas: hizo y hace teatro, cine y televisión. Actúa, dirige y escribe sus propias obras. Ideó en 1985 La banda de la risa, grupo que integra desde entonces junto a un puñado de actores y amigos. Trabajó en cuanta plaza y calle se le cruzó por el camino. Llegó al teatro San Martín. Fue compañero de Grecia Colmenares y de Ulises Dumont. Dirigió con idéntico entusiasmo a Reina Reech y a Leda Valladares. A perros dálmatas y a alumnos del Conservatorio. Se casó en un circo. Ganó premios y estampó junto a intelectuales y artistas su firma contra el voto punitivo a Cuba en la Convención de Ginebra. Fue partenaire de galanes besadores y galán también. Se le animó a Shakespeare y al Martín Fierro. Hizo cine independiente y del otro. Fue el hermano cura de Camila y el indecente y procaz Puck. Estudió, viajó y cree tener una misión.

El hilo que enhebra tantas travesuras tal vez provenga de algún traje que dejó sin remiendo su tío Jorge. Tiíto, le dice.“Tiíto era un tipo que me incentivaba mucho a lo creativo. Yo le decía, por ejemplo, que había leído el Arlequino de Goldoni y él enseguida decía que había que hacerla”. Y tiíto, claro está, se aparecía con libros de Goldoni. “Me compraba música, libros, me llenaba de cosas, me inflaba, todo el tiempo me inflaba”.

Cuando Gallardou dice inflaba quiere decir apasionaba, palabra que aún no figura en ningún diccionario infantil. La historia del inflador iba a tener consecuencias. “Con el tío quedaron muchas cosas por hacer de las que teníamos habladas y de las que no hicimos a tiempo a hablar, también”. Entre las habladas figura un viaje a Italia, cuando el sobrino Claudio tenía ganas de hacer el Arlequino de Goldoni. Hacer commedia dell´ arte implicaba para el tío ir a las fuentes, y ahí se fueron nomás a Venecia, a comprar trajes y máscaras. De las no habladas, Claudio prefiere no hablar y consultarlas sólo con su tío, quien cuando tiene un momentito no se olvida de susurrarle cosas al oído y de contarle que todos sus héroes - Biondi, Marrone, Olmedo, Carella, Niní, Blanco y Sandrini- siguen, como siempre, haciendo travesuras.

Nació y se crío entre artistas: un padre recitador que viajó por todo el interior del país haciendo de galán en las comedias de los circos y una madre violinista. “Transmisión oral tuve”, algo que se ve no le alcanza: “hay que leer todo lo que está escrito, investigar mucho”.

Un día se enamoró del circo y decidió conquistarlo y como al fin de cuentas la cédula de identidad tiene razón y Claudio ya es grande, supo que en toda conquista la intuición juega un papel fundamental. Tal vez por eso cuando se subió por primera vez a un escenario sintió que de allí en más nunca se bajaría.

Es inquieto, tan inquieto que más de una vez compuso la música para sus propias obras teatrales. “Soy muy musical, toco un poquito de todo: cuatro venezolano, guitarra, piano, congas, tamboriles, tumbadoras, bombos, zurdos, pandeiros; lo que mejor me sale es la percusión”, aventura y mueve las manos como si estuviera tocando. “Las puestas que hago tienen una musicalidad rítmica”.
-¿Qué música escuchás?
“Escucho música en castellano: el polaco, Julio Sosa, mucho Gardel, Piazolla, mucho Horacio Ferrer. El tango me mata, el flamenco también me gusta mucho, la música rioplatense me encanta, también todo lo que sea candombe y lo brasileño. Si es en castellano, hasta la cumbia me banco”.

De su paso por las telenovelas le ha quedado más de una admiradora, o al menos una llamada Marina que en las páginas internéticas le declara su amor y le pide que vuelva.
-¿Qué cosas ocultás?
“Y ...si yo te dijera mis miedos me sentiría frágil”, confiesa intentando mostrarse seguro aunque tenga preguntas. “Yo me pregunto todo el tiempo cómo es un actor argentino, no lo sé”. Sin embargo, algo sabe, o bastante más que algo: “los orígenes del teatro en el Río de la Plata tienen que ver con el circo. El teatro y la comedia gauchesca, el drama y el Moreira que se producen en el circo, hablan de un actor que anda a caballo, que hace malabares, dramático y cómico, un actor que sabe cantar, bailar, tocar la guitarra y hasta es payador, mucho mas moderno de lo que nosotros imaginamos ahora”. Claudio cumple a la perfección con cada uno de los ítems arriba mencionados. Sólo le falta el caballo. “Aquello hizo surgir a un actor con cierta estética que “chapurreaba” el italiano y el español, porque la sociedad de aquel entonces estaba llena de ellos y el actor debe reflejar la sociedad en la que vive”. Algo que parece ser para el sobrino Claudio casi una obsesión. Tal vez por eso la elección de El pelele, sainete rioplatense que intenta una reflexión sobre las miserias del poder político.

La obra fue estrenada el 31 de julio del 2001 en el reabierto y abruptamente cerrado Teatro El Picadero, algo que aún hoy le cuesta entender. Ese mismo día cinco rutas amanecían cortadas por sendos piquetes que parecían inaugurar una ola de optimismo revolucionario. A los dos meses la obra bajó de cartel para volver en enero de 2002 con el optimismo revolucionario suavizado por cacerolas y en el medio, tres o cuatro presidentes. “En su momento la obra no funcionó del todo bien, pero luego con todo lo que ya sabemos, lamentablemente la obra se resignificó“, reflexiona Claudio. “El actor tiene una misión, es un educador, un entretenedor y el que no se hace cargo de eso no es actor, se aprovecha de lo que hizo el actor para hacerse famoso y ganar plata”.
-¿Qué relación tenés con la política?
“¡Ninguna! Con la política partidaria ninguna; tengo mi política de vida, mi ideología, pero con la política partidaria, ninguna”. Como si hubiese escuchado una mala palabra se pone serio, muy serio. “Lo que intento es colarme por las fisuras de este sistema corrupto, negro, decadente; me filtro por sus grietas para imponer lo que yo tomo como una misión: entretener y opinar sobre lo que nos pasa”.

Para hacer El pelele se vio más de una vez El más infeliz del pueblo, con Luis Sandrini en el personaje principal.
-¿Quién es el más infeliz del pueblo?
“El pueblo, que está hecho un sándwich porque los grandes superpoderes extranjeros y las grandes empresas multinacionales se están cortando el pedazo de la torta. Somos un pueblo vapuleado que está tratando de ganarse su lugar a los codazos y a los empujones mientras los señores de arriba insisten con sus mezquindades en lugar de, por un ratito, abrir un poco la cancha”. Que quede en claro que la política no le interesa...
-Sin embargo, en la murga que cierra el espectáculo, se dice que el pueblo va a mandar
“Eso lo dice Pinti, la letra de es de él, no lo digo yo”.
-¿Y vos creés que tiene razón?
“Ojalá. Es un deseo, debiera ser, ¿si no quién?”.

Claudio Gallardou se levanta, se trepa al escenario de un salto y hace piruetas con los técnicos que prueban luces y sonido para la función que pronto va a comenzar. Tiene aspecto de tipo poco complicado, de esos que disfrutan los asados con amigos, los domingos de fútbol y las charlas de café. Le encanta Anclao en París siempre y cuando lo cante Gardel.

Afuera la lluvia sigue dibujando una Buenos Aires triste. Adentro, el sobrino insiste con que vale la pena colarse por las hendijas del sistema para poder respirar. La táctica para lograrlo parece ser sumamente sencilla: “estuvo bueno lo de la escalera ¿no?”.