El caprichoso del universo

Por Silvia Sánchez

Entrevista a Nicolás Scarpino, integrante del elenco de Revista Nacional.

Debe ser fuerte -muy fuerte- ir caminando por la calle, alzar la vista y de pronto verse allí: en la marquesina inmensa y luminosa de un teatro de la calle Corrientes, rodeado de actores famosos. Debe ser fuerte. Tan fuerte como decir que no, que muchas gracias, que por ahora el San Martín y Shakespeare pueden esperar porque hay otros proyectos. Debe ser fuerte -muy fuerte- soñar con un bolo al lado de Solá y terminar siendo su amigo. O que un productor le diga a uno “yo a usted lo elijo con los ojos cerrados porque me lo recomendó Lidia Lamaison y Lidia Lamaison nunca se equivoca”. Y que ese productor sea Enrique Torres en pleno apogeo y a punto de hacer Nano.
Todas esas cosas fuertes le sucedieron -y le suceden- a Nicolás Scarpino: treinta y dos años, actor, conocedor del tango de la mano de la Rinaldi, sagitariano, sensible, rata en el horóscopo chino.
Su familia lo soñaba abogado o juez, pero a los cuatro -al ver por la tele el programa Cantaniño- Nicolás ya supo que contradecería el deseo familiar. Así empezó todo: ganándole a la madre por cansancio, con corte taza “a lo Balá” y cantando cerquita de Berugo Carámbula “Canción para contarte cuál es mi
papá”, disco número dos de la saga de los sapitos. Entonces la familia “tana” no sólo dejó de esperar al juez, sino que hasta se emocionó con la trayectoria que Nicolás empezaba a transitar.
-Mi abuela materna era la que más me festejaba. Murió una semana antes de que ganara el Cóndor por mi actuación en Bajo bandera. Se lo dediqué a ella porque creo que fue ella la que me lo dio.
Se formó en la escuela de Irma Roy y luego en la de Raúl Serrano: “Raúl no me quería tomar, decía que era chico y tenía razón, yo tenía sólo 18 años. Pero un día le llevé un curriculum y al ver que ya había hecho varias cosas, me aceptó”.

La continuidad, es una palabra que sobrevuela intensamente la ya larga carrera de Nicolás. Desde que empezó, no paró. Y aunque a veces se vuelva humano y se queje, él sabe que es algo así como un privilegiado, o “un caprichoso del universo”, como le gusta decir.
-Soy un caprichoso del universo: basta con que pida algo para que aparezca. Siempre estoy agradecido, aunque a veces quiera cosas que no tengo...como todos. Claro que me encantaría protagonizar, pero en verdad soy feliz porque hago lo que amo. Además estoy convencido que si uno quiere algo, lo consigue. Eso sí: el deseo no debe tener ni un miligramo de duda.
Nicolás quería trabajar con Adrián Suar y fiel a su filosofía de vida, era tan fuerte ese deseo, que terminó haciéndose realidad.
-Yo había hablado con Alicia Zanka para hacer Sueño de una noche de verano en el San Martín y al mismo tiempo, me llaman para hacer Revista Nacional. Y la verdad es que respondí a lo que tenía ganas de hacer: la revista. No podía evadir el deseo porque eso es algo fundamental que el ser humano debe hacer. Era un coprotagónico, en el Opera, con un gran lucimiento, en donde iba a poder cantar, a tener una proyección futura y que además me permitía cumplir un sueño: trabajar con Suar.
Parece que además de buen actor, Scarpino es intuitivo: su personaje en Revista Nacional, ha tenido elogiosas críticas, aunque él intente no creérsela ni llevarle demasiado “el apunte”: ni a las buenas ni a las malas.
- Mi personaje es un productor joven, chanta y ambicioso, un sin escrúpulos pero que cae bien, con una maldad si se quiere sana y simpática, muy materialista. El es el que convoca al personaje de Pepe Duval -interpretado pro Miguel Ángel Rodríguez- para reflotar la revista pero no por amor al género, sino por la guita. Es un productor moderno con otros intereses, sin amor por el teatro.
Para componer su personaje, primero hizo una lectura del libro y de allí, nació una historia, una psicología, algo que le encanta hacer.
-Me encanta armarle historias a los personajes. A este me lo imagino como que todo el tiempo estaba con su viejo en el teatro, lo caminaba, iba a comidas con él. Es alguien que sabe mucho pero lo que tiene que saber, no lo sabe: cómo tratar a un artista.
Dice que su personaje “se potencia al lado del de Griselda Siciliani”, quien hace de su secretaria. “Ella es maravillosa... laburamos como si fuésemos uno, caminamos juntos. Yo a ella la amo” afirma con una contundencia que no deja lugar a dudas.
Nicolás habla como si no hubiese relojes, como si su celular no sonara, como si la función de La Fiaca que va a ir a ver esa noche, lo esperara sólo a él para empezar. Habla con pasión y sencillez y sólo lo invade el silencio cuando uno le pregunta que cosas suyas le ha puesto al personaje. La respuesta queda picando durante toda la entrevista y nunca podrá ser resuelta. “No sé...la verdad es que es difícil contestar…dejámelo pensar…no sé”, dice luego de un largo rato mirando el vacío.

Su trayectoria es inmensa y aunque para él “la base es el teatro” también trabajó en el cine, la tele y la publicidad: "Bajo bandera","Jugáte conmigo", "Videomatch", "Nano", "La hermana mayor", "Como pan caliente", "Gino", "De corazón","Cabecita", "Culpables", “Matrimonios y algo más", "Jesús el heredero", “El patrón de la vereda", "Perdidos en Yonkers", "Peter Pan", “Confesiones del pene", "Aplausos", “Chizitos Kellog's” o "Mate Listo" de Taragui, son solo algunos nombres.
Nicolás tiene muy en claro que para triunfar no solo hay que ser buen tipo, sino también buen actor. “Cuando Hugo Moser me permitió hacer el personaje que originalmente hacía Arana en Matrimonios y algo más, yo no sabía cómo agradecerle, porque yo lo veía a Arana de chiquito y me moría, por eso para mí era la gloria. Y Hugo me dijo algo que nunca voy a olvidar: Yo no te regalé nada, si no me servías, al segundo capítulo no estabas más.”
Y Nicolás se quedó. Acaso por estar convencido que tiene una misión: comunicar con una sonrisa y dar luces, algo que toma con gran responsabilidad -según sus propias palabras- y lo lleva a dar lo mejor de sí.
En un medio competitivo, exigente, y minado de fugacidad, Nicolás Scarpino parece un marciano, un bicho raro que todo el tiempo se repite que el de la competencia desleal no es su camino, que en esa él no se prende, que se recuerda a cada instante que no debe perder el eje, ni marearse aunque le vaya bien.
-Uno recibe lo que da, por eso siempre doy lo mejor de mi, por eso de este medio cruel y miserable tomo lo que me sirve, y lo que no, lo dejo. Yo apuesto a eso que dicen que cuando te morís, pesa 21 gramos.

A Nicolás se le hizo tarde para ir al teatro, pero no importa demasiado. Es que estuvo hablando de la actuación, la vida y la belleza. Y esas cosas, merecen que se les dedique tiempo. “Hoy estamos vivos....mañana quién sabe”, dice mientras se levanta y se va. Filosofía que al parecer lo ha llevado a buenos puertos: “si uno puede ver la vida así, es divino”.