Dulce veneno boricua

Por Fabián D´Amico

Envenenados de amor, una probada y efectiva estructura al servicio de Claribel Medina.

El estreno, años atrás, de “Arráncame la vida”, provocó que la mayoría de los shows musicales creados en base al lucimiento de un dúo protagónico, adopten la misma estructura. El éxito cosechado por el espectáculo de Chico Novarro, ha inspirado, y continua haciéndolo, a quienes quieran mostrar sus cualidades, no solo como cantantes, sino como intérpretes de pequeñas obras de teatro musical de corta duración. Desde pequeños lugares alejados del circuito comercial, hasta grandes sales teatrales de la Avenida Corrientes, se nutren de clásicos de la música nacional e internacional, para contar y cantar su historia.

“Envenenados de amor, un musical a prueba de balas”, adopta esta modalidad, muy presente en nuestra actual cartelera, para relatar una historia de amor, infidelidad, celos, asesinatos y muerte purificadora.

Como en toda propuesta de este estilo, la anécdota es sencilla, y más que lineal. Un dúo de coloridos cantantes se presenta sobre el escenario para realizar un show, y entre canción y canción, se teje una trama de engaños por parte del “Chingolo” Flores, el desconsuelo de su amada mujer Clarita, la irrupción de una admiradora del cantante (la tercera en cuestión) y el comienzo de una tragedia, que involucrará al trío. Lo trillado y repetitivo de la trama, tantas veces vista en estos espectáculos, pasa a un segundo plano, ante la efectividad en la elección y armado del repertorio. Cada sentimiento, sensación o estado de ánimo de los protagonistas es representado por una canción, o parte de ella, más que conocida por el público, el cual, a manera de play back, la sigue desde sus mesas. Temas románticos, nostalgiosos, dramáticos tangos o desopilantes rancheras, dan a “Envenenados de amor” un toque muy cercano a lo kirsh, logrando que, de momentos de logrado tinte dramático, el clima del show se dispare el más absoluto absurdo.

Al igual que en la ficción que se pretende contar, la gran protagonista (y triunfadora) del show es Claribel Medina. Con un registro vocal acotado, pero agradable al oído, Claribel Medina despliega sobre el escenario un abanico de cualidades, tal vez, desconocidas por el público seguidor de sus novelas. Sobre el escenario del Velma Café deja de lado su facilidad para el llanto inmediato, para convertirse en un verdadero fenómeno, como los que nacen en su querida isla natal. Claribel es un HURACAN de emociones que transmite a la platea. Desde el histrionismo en la perfecta imitación de Sofía Bozán, pasando al romanticismo de “Un año de amor”, para conmover con “Acompañada y sola”, o sorprender con soltura y desparpajo al momento de bailar y mostrar su figura, la actriz maneja a la audiencia a su antojo, llevándola de la carcajada a la emoción en un solo instante. A su lado, en un rol menos agradecido desde la historia que se relata. Héctor Pilatti reafirma sus condiciones de excelente cantante, logrando con su interpretación de “Solo” o “May be this time”, momentos especiales y de gran devolución por parte del público.

Con arreglos musicales de Gaby Goldman y adecuada ambientación en cuanto al vestuario y peinados, el show se ve “opacado” por un deficiente diseño y manejo de iluminación, que hace perder lucimiento a cuadros o efectos muy logrados como el inicio del segundo acto.
“Envenenados de amor” es una buena oportunidad para disfrutar de una noche de buena música, de un cuarteto de excelentes músicos, y del descubrimiento(o redescubrimiento) de una excelente actriz de teatro musical como lo es Claribel Medina.