Cuestión de miradas

Por Silvia Sánchez

En GRABADO, su debut como directora, Inés Estévez apeló a la palabra y a la actuación para hablar de la “verdad”.

En Grabado, la pieza teatral de Stephen Belber a cargo de Inés Estévez, sobrevuelan ciertas cuestiones más complejos que lo que se ve en apariencia.

En apariencia, se trata de una historia casi de “estudiantina”: tres ex compañeros del secundario se juntan 15 años después de manera azarosa, y entre ellos salta a la luz un recuerdo: una relación sexual lindante con la violación entre Juan (Guillermo Pfening) y Ana (Carolina Tejeda). El tercero en discordia es Vicente (Fabián Vena), primer novio de Ana y amigo de Juan, obsesionado por saber “la verdad” de lo que pasó aquella noche.

Pero por debajo de la anécdota, en eso que en el teatro se suele llamar subtetxto,

se tejen cuestiones algo más profundas: Vicente y su obsesión por descubrir como fueron las cosas (obsesión que lo lleva a usar un grabador para que Juan confiese, escena que le da título a la pieza), Juan y su deseo de no recordarlas y Ana con su falta de interés sobre el tema. Todas, dan cuenta de cómo la verdad es una cuestión de puntos de vista.

Así, Grabado cobra un vuelo algo más interesante que lo que deja ver a simple vista.

¿Ciertamente habrá violado Juan a Ana? ¿Será un recuerdo errado de Juan? ¿Será un olvido de Ana como forma de sobrevivir a la escena? ¿O nada de eso habrá sucedido? Poco importa. Como en la vida, la pieza de Belber apela al punto de vista como soporte de la realidad.

La puesta ideada por Estévez es austera: apenas un sillón rojo para simular el hotel de mala muerte en donde se aloja Vicente (Vena), un vendedor de drogas y bombero voluntario que bebe una cerveza tras otra.

Vena logra una buena composición del desprolijo y sórdido Vicente y aunque por momentos la puesta pierda hondura y parezca quedarse solo en la superficie,

la ambigüedad que subyace (exaltada al final, cuando Ana dice haber llamado a la policía denunciando a sus ex compañeros) resulta un acierto.

Ni aún lo “grabado” puede darnos cuenta de la verdad. Habrá pues que convivir con la incertidumbre o, como hacen Ana y Juan, decidir uno mismo, que se vuelve cierto y que no.