La catarsis según Geretto

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Por Silvia Sánchez

Como quien oye llover, de Juan Pablo Geretto indaga en los vínculos humanos y en la falta de amor. Alguien dijo alguna vez que en ocasiones, el humor y el amor iban de la mano.

Alguien dijo alguna vez que en ocasiones, el humor y el amor iban de la mano. Seguramente Como quien oye llover, el exitoso espectáculo que en el teatro El cubo está presentando Juan Pablo Geretto, es una de esas ocasiones.

Escrita y dirigida por el propio Geretto, la puesta -estructurada a partir de tres monólogos- parte de lo femenino y de su condición más esencial, la maternidad, para explorar a partir de ese vínculo primario y particular, las relaciones humanas en general.

Respetando las leyes del género, Geretto logra entretejer un muy buen unipersonal, haciéndole una zancadilla al humor agresivo y volviendo interesantes ciertos lugares comunes. Eso lo logra porque es muy buen actor y porque mezcla en dosis exacta, los ingredientes para un acertado cóctel teatral: el humor grotesco, la empatía con el público (a partir sobre todo del uso de códigos que remiten a un mundo de referencia compartido) y un mensaje que sensibiliza hasta al más insensible de los mortales.

La invitación para que un espectador del público se suba y se acune en las faldas del actor, es una imagen condensadora de la puesta: en ella, Geretto habla de los abrazos rotos, de la necesidad de recomponerlos y del regreso a la infancia aún teniendo mil años.

Dueño de la escena, este hombre que llena teatros sin ser famoso, le pone al cuerpo a tres mujeres de manera sucesiva: la amante del primer monólogo que le reclama a su amado alguna mentira para no salir tan lastimada; Nelly, esa madre siniestra que odia a sus tres hijos y que para ahorrar dinero crema a su propio marido (seguramente el mejor de los tres monólogos) y una madre ligera y divertida que suele convocar a los testigos de Jehová para hablar con alguien y no sentirse tan sola.

Como quien oye llover es además de un muy buen trabajo actoral, un modo de ejercer la catarsis, ese proceso que según Aristóteles experimentaban los espectadores con el fin de alivianar los reveses del alma. Algo de eso sucede aquí. Desde la música que abre el espectáculo (una canción interpretada por Marilina Ross) hasta el final en que en una pantalla devuelve imágenes de partos y llantos, Como quien oye llover se torna un espacio propicio para vomitar la soledad del mundo. Eso sí: con mucho humor y amor.