Vestuario de hombres

in Listado general
Por Silvia Sánchez

En Vestuario de hombres, Javier Daulte invita al espectador a reconsiderar la perfección de ciertas imágenes

Se podría decir que todos los integrantes del club Almagro imaginados por Javier Daulte -club barrial que está a punto de jugar una final del mundo de Lacrosse frente a Hungría- son políticamente incorrectos, o mejor dicho, que se encuentran a años luz de ese ideal sano, atlético y rozagante de lo que se considera el “ser deportista”. Lejos, bastante lejos de esa imagen perfecta que aún hoy -agigantada por la publicidad- sigue inmaculada ante tropiezos y salpicaduras de los deportistas reales. También Bocha, el entrenador, está modulado en la incorrección: los obliga a consumir drogas, les dice que hay que afanar y los envuelve en un universo en el que la lógica de ganar “como sea” es la que reina y gobierna.

Poco antes de salir a la cancha, el equipo se prepara para un reportaje que habrán de hacerle momentos antes de la gloria, dirime cuestiones tales como acatar o no los mandatos de Bocha, y deja bien en claro que ser titular o suplente no depende de habilidades deportivas sino más bien, de tener o no ciertas influencias.

Tal vez, Vestuarios, la nueva pieza escrita y dirigida por Javier Daulte, se mueva en esa tensión entre el ser y el parecer, tal vez el deporte sea el terreno propicio para reflexionar sobre las apariencias y las realidades, y tal vez el vestuario -en tanto espacio-sea el ámbito ideal para desnudar ese vínculo tan “dialéctico” entre lo que se muestra (la público) y lo que no se muestra (lo privado). Como dice uno de los personajes, “uno se ajusta a una imagen siempre, y lo único que tenemos en el club es una imagen”.

Lo gozoso, pero también lo angustiante de Vestuarios, es que uno asiste a la trastienda de la imagen, al tropiezo, a la vanidad.

Todo modulado por un director que entiende mejor que nadie que el teatro debe ser además -y sobre todo- teatral, divertido y bastante descontracturado.

Con muy buenas actuaciones -que como toda la obra, crecen con el correr de los minutos hasta estallar en el final- y una escenografía que apelando a los lockers y a las duchas recrea de manera lograda el ambiente del vestuario, la puesta juega además con ciertos tópicos del melodrama: como la música que refuerza el carácter emotivo y epopéyico de la gesta deportiva; o el encuentro personal, esta vez entre Tincho y Hernán.

Con el telón de fondo del reciente Mundial de fútbol, Vestuarios se engorda, se anima a poner en jaque ciertas imágenes perfectas, y pone al desnudo no solo el cuerpo de los actores sino también, el entramado del mito heroico.