Simplemente ella.

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Por Fabián D´Amico

Yiya, el musical ofrece una insolente mirada sobre la asesina de Montserrat en formato de musical arrevistado con la sobresaliente actuación de Karina K.

Muchos autores de comedias musicales se han inspirado en asesinos en serie para crear espectáculos inolvidables. Desde Jekyll & Hyde hasta Jack el destripador, pasando por Sweeny Tood y Assasains (ambas de Shondheim) oscuros personajes han asesinado a sus víctimas al son de una melodía o mediante una enérgica coreografía. Con climas opresivos y oscuras canciones muchos crímenes se cometieron bajo los neones de Broadway, a excepción de las chispeantes fechorías de las chicas del pabellón capitaneadas por Velma y Kelly en Chicago. Un tono similar es el elegido por Osvaldo Bazán (libro) y Ale Sergi (música) para retratar a “nuestra” asesina serial: Yiya Murano.

Yiya, el musical es una sátira sobre la “envenenadora de Montserrat”, la mujer que envenenó a sus tres amigas- acreedoras de Yiya- mediante masas finas con arsénico y que purgo una condena de 16 años por esos crímenes. La historia tan conocida por los argentinos esta relatada centrándose en la figura de la protagonista y no en los crímenes cometidos, tomando su historia personal, la relación de ella con sus hombres, con su hijo, con el dinero y su desmedida ambición sin límites que la llevo a cometer esos asesinatos. En forma paralela a su vida y su destino, se muestra la situación política social del país durante los años 70 y 80, la admiración de Yiya por los militares y el ingreso,gracias a uno de sus amantes, a la bicicleta financiera.

Lo original de la propuesta es la decisión de plasmar el relato en forma de revista porteña, género al que Yiya acudía junto a sus futuras víctimas. Osvaldo Bazan, tomando como punto de partida el libro escrito por el hijo de Murano sobre su madre, junto a Ricky Pashkus como director, arman una sucesión de escenas dinámicas y con ritmo sostenido donde las características de los personajes están delineadas con trazos gruesos y casi sin sutilezas, recurso típico del genero revisteril de esa época, en franca decadencia, donde la grosería y los chistes verdes eran la base de su estructura. Esto se refleja en los monólogos, sketches y cortinas donde la tienen a Yiya como una capo cómica de lenguaje soez y gestos obscenos, sus amigas coristas y el hijo y amante como chansoniers .

El clima festivo del musical se completa con la música de Ale Sergi que junto a la coreografía de Alejandro Ibarra crean cuadros musicales “revisteriles” con pegadizas melodías y sarcástica letra (muy original el cuadro interactivo de la receta de las masas). Una gran escalera usada en los fastuosos finales del teatro de revista es la única escenografía del musical, la cual brinda distintos niveles de acción para el desarrollo de escenas paralelas.

Toda la creatividad y talento puesto en los rubros artísticos y técnicos de Yiya son nimios frente a la figura de Karina K. Su creación de Yiya es asombrosa y avasallante. Su sola presencia, enfundada en un traje sastre, con su pelucón, enormes anteojos de sol y un bronceado nada natural, arrancan carcajadas en la sala. Esta situación se potencia con el desarrollando del personaje a lo largo de la representación. Cada una de sus cortinas y apariciones son desternillantes, y la actriz logra desplegar un abanico inagotable de recursos cómicos, muchos de ellos cosechado en su época de varieté y expuesto hoy con la madurez de una actriz integral de teatro musical, siendo para muchos- y con fundamento- uno de los principales referentes femeninos del género. Junto a ella, un homogéneo elenco donde se destaca el trío desopilante de las amigas asesinadas.

Una generosa y arriesgada producción avala a este insolente musical sobre la asesina de la masas finas, con el afianzamiento del trio creativo formado por Bazán-Sergi-Pashkus y el simple goce-imposible encontrar otro sinónimo- de disfrutar del talento de ella: Karina K .