Raro pero encendido (Festival Cambalache)

Por Silvia Sánchez

Comienza el Segundo Festival Cambalache, un espacio de experimentación que une el baile de tango con el teatro.

Alberto Goldberg es uno de los cuatro “ideólogos” del Festival Cambalache que por segundo año consecutivo se realiza en Buenos Aires. El nombre del festival es por demás significativo: el cambalache remite a la mezcla, a la convivencia vestida de eclecticismo, al enredo. Nombre que da cuenta a la perfección del espíritu que anima al festival ya que se trata de distintos espectáculos que trabajan con lenguajes diferentes y que hacen de la impureza, su razón de ser. Nombre que de paso, homenajea a Discépolo, aquel que dominaba las aguas teatrales y las tangueras a la perfección, y aquel que previó un predominio de la impureza para un tiempo que incluso lo trascendió.

El Festival cuenta con un subsidio del Instituto Nacional de Teatro, aunque los ocho pulmones -dos de Alberto y seis de sus compañeros de ruta- ya no puedan más: “paso que damos, paso que tenemos que poner la mano en el bolsillo”, dice Alberto, quien sueña con que la gente vaya, baile y conozca toda una zona de experimentación de la que él y sus tres quijotes son los únicos responsables.

La quijoteada arranca el día 12 con clases de tango-fusión que de la mano de Leonardo Cuello y distintos profesores, se prolongarán hasta el día 15. Los dos días siguientes habrá espectáculos divididos en bloques y todo culminará con una gran fiesta de “confraternidad” en Porteño y Bailarín, a la que están todos invitados, aclara Alberto.

-La idea de todo esto -dice el hombre mientras saborea un rico y caro café- es cruzar al tango danzado con el teatro, algo cercano a la danza-teatro pero no exactamente eso, pues aquí se trata específicamente de la danza-tango. Las formas que se verán son muy distintas a las del tango canónico -continúa- nos importa mucho lo teatral y la danza contemporánea, esa impureza nos enamora, por eso decidimos poner toda la energía en este Festival.

Al lado de Alberto, está Gabriela Montes, bailarina argentina radicada hace ocho años en Francia. La levedad de Gabriela no solo la levanta por los aires: también le viste la voz y los gestos. Gabriela -para quien el café seguramente no resultó tan caro- llegó al Ballet Juvenil del Teatro San Martín luego de haber terminado la Escuela Nacional de Danza y de haber hecho el profesorado. Con una beca Antorchas en su mano, voló a Francia y allí, su destreza y su delgadez le permitieron “filtrarse” en una compañía que la tomó como aprendiz. Parece que era buena porque el coreógrafo le dijo que se quedara y ella le hizo caso: se quedó cinco años.

A simple vista, Gabriela no tiene nada que ver con el tango. Pero semejante barbaridad solo puede ser dicha cuando Gabriela calla. Cuando habla, de dos palabras, tres son nostalgia.
-Extraño mucho, soy de acá. Después de ocho años, volver a bailar en Buenos Aires, es volver. Feliz y con su hermana que “relojea” desde la mesa de al lado, Gabriela dice que en París está bien, pero la nostalgia crece y ahora que tiene hijos, la idea del retorno cada vez es más fuerte. Por eso está muy emocionada con su participación en el Festival, con algo que para ella más que un trabajo, es la expresión de lo que siente hoy. ¿Y a que no adivinan como se llama su espectáculo?: Nostalgia x distancia sobre 2.

Alberto viene en cambio del lado del teatro y dice que a veces, lo llaman “Alberto Macht”. -Yo fui el inventor de “milonga-macht”, lo que hacen Mosquito y Osky Guzmán, pero con el tango. Si ellos son referentes en el teatro, en la milonga-macht, ese soy yo. Es lo mismo pero con el baile de tango: hay dos equipos y vos tenes que resolver el titulo del tema que el publico te tira.
-¿Y como se cuenta una historia sin palabras?
-Y...con el cuerpo -dice Alberto sin dudar- el cuerpo expresa mas allá de la mímica. Tímidamente, Gabriela aporta lo suyo: no solo con el movimiento del cuerpo, sino también con como es puesto ese movimiento en el escenario, por eso es muy importante también el espacio, pues ya desde el espacio hay una relación dramática, por ejemplo, en la distancia existente entre los bailarines.

No faltarán en Cambalache ni historias (de relaciones de pareja, de drogas y demás yerbas) ni formas nuevas para esas historias.

Al principio el título de mi espectáculo -continúa el ahora Alberto Macht- iba a ser Buenos Aires 4.27, porque para mí es la hora en que hay que definir las cosas: la que no bailó se agarra al primero que se le cruza, una pareja se separa, una mujer llega tarde a su casa..., lo mío serán episodios, personajes, sonidos, sensaciones, miedos e ilusiones de la inquietante vida nocturna de hoy en Buenos Aires.

Ella -pálida, menuda, aterciopelada- encontró el tango antes de irse, acaso por eso quiera volver. En cambio el tango, parece haberlo encontrado a él.
Ella ama la danza contemporánea pero esta palabreja tiene un límite: el tango electrónico, con el que no la va. El, se mueve sin problemas entre Pugliese y Piazolla.

Claramente ella es etérea y él no. Claramente ella no es “de la noche y la milonga” y el sí: la Biblia y el calefón. Danza, teatro, títeres, magia, circo. Un festival raro, pero encendido.