Lo prohibido

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Por Fabián D´Amico

Teatro musical de entrenamiento con grandes intérpretes dentro de una amable historia de amor y humor.

El escenario del Apolo tiene su centro ocupado por un conceptual living donde solo pude divisarse parte de una pared, una puerta y límites establecidos por pedazos de construcción, como si ese departamento invitase a ser espiado. A sus costados los músicos y un marcado haz de luz sobre un teléfono, de los de antes, de los morochos. Esa luz indica que ese artefacto es protagonista de la trama. Su timbre constante hace que una mujer atienda ese llamado. Ella es Amelia y recibe la noticia que Rolando, su marido dado por muerto en un accidente de aviación ocurrido en una isla desierta está vivo, luego de años (meses y días que cuenta la mujer) de desaparecido. Una noticia que la llena de alegría y de desesperación, ya que si bien ama y extraña a su verdadero amor, hace tiempo que vive un apasionado affaire con Roli, el hijo de su marido. A partir de ese momento Amelia comienza la disyuntiva sobre su futuro: recupera a su marido y perder a su amante o blanquear a su joven e impetuoso amor.

Una trama muy conocida y vista en vaudevilles y en la picaresca cinematográfica del cine nacional pero a la cual Betty Gambartes le da una vuelta de tuerca muy interesante, convirtiendo ese enredo en un verdadero folletín, en una típica novela de la tarde plagada de lugares comunes, lunas, estrellas, vestuarios suntuosos para la dama y esmoquin para el caballero y las más melosas canciones de amor- y desamor- del cancionero melódico internacional. La intención de la autora se potencia y sustenta en las dotes interpretativas de los protagonistas. El desenfado y la sobreactuación -cercana a una diva operística o del cine argentino de la época dorada- de Alejandra Radano y el curriculum como galán de telenovelas de Juan Darthes.

La unión minuciosa de estrofas de canciones emblemáticas de Sandro, de Pallares y de tantos cantantes populares como boleros más escuchados, forma la dramaturgia-simple y efectiva- de Lo prohibido donde la selección musical y las interpretaciones crean lo atractivo de la propuesta. Una cálida puesta de luces de Mariano Demaría- responsable también de la escenografía y proyecciones de que delimita tanto espacios, como tiempos y climas genera un ambiente propicio para que los interpretes enamoren, emocionen y diviertan- hay mucho humor en la pieza- al público.

Juan Darthes recupera en Lo prohibido un sitial dentro del teatro musical (protagonista de El diluvio que viene, Molly Brown, Nine, El beso de la mujer araña) y hace gala y honor de sus cualidades interpretativas para el género. Tanto en lo melódico- una lograda versión de Así de Sandro- como desde lo más banal y divertido como el ballenato No estaba muerto, estaba de parrada, Darthes despliega un abanico de matices, tonalidades y climas, conociendo su ductilidad y no temiendo al difícil juego teatral de la comedia, en un número solista con saco de luces, música jazzística y pasos de baile. La otra gran protagonista es Alejandra Radano. Su rol es quien lleva sobra sus espaldas el peso de la historia y lo resuelve de una manera extraordinaria. Su registro expresionista- a veces al borde de ser una propia caricatura de ella misma- potencia el ritmo de la pieza y genera momentos de verdadero delirio que el público agradece con carcajadas y aplausos. Un trabajo brillante como actriz que crece cuando a la hora de apelar a la cantante, deja de lado ese costado lúdico y se compenetra con lo que dice el tema y lo proyecta a la platea de manera efectiva y por momentos emotiva. Victorio D´Alessandro, como lo prohibido de la historia aporta simpatía y marcados abdominales en un papel menor.

Buena banda musical, cuidados rubros técnicos- se destaca el vestuario femenino de Fabián Luca- intérpretes de lujo y una historia que sirve para unir temas musicales presentes en el inconsciente colectivo son los elementos necesarios y suficientes para ofrecer un entretenimiento de calidad.