Las descamisadas, una gesta.

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Por Fabián D´Amico

El voto femenino del ´51 mirado a través de un prisma farsesco y particular.

Cuando se encara un proyecto colectivo para la realización de un discurso teatral único y particular, se corre el riesgo de caer en impresiones en cuanto al género. Si bien el concepto de género en teatro como lugar de comodidad, de previsibilidad sobre lo que el público va a encontrar entró en desuso hace tiempo, el hecho de toparse con un producto difícil de etiquetar es atractivo para algunos y desconcertante para el resto, sin entrar en valoración despectiva o negativa. Esto ocurre con Las Descamisadas, proyecto nacido de un grupo de actrices en pos de indagar un recorte de nuestra historia política y social y a la cual Ariel Gurevich le dio forma dramatúrgica y discursiva.

La acción se sitúa en un inhóspito paraje de Corrientes el 11 de Noviembre de 1951, día transcendental para la vida ciudadana de las mujeres de Argentina: el primer voto femenino. Un bar (paraje) de hombres esta desierto ya que todos están en el comité. A ese lugar llegan dos mujeres, la hija de un estanciero y su amiga, una simple ama de casa. Junto a ellas, Ramona, la dueña del lugar. Las mujeres están ansiosas por conocer el lugar donde sus hombres pasan sus ratos de ocio y logran hacerlo ante la ausencia de los mismos. Una clara alegoría a la propuesta del gobierno de turno en cuanto a la igualdad en las urnas: las mujeres quieren sentirse igual que sus hombres, ocupar su lugar, su espacio de privacidad ahora invadido por ellas, del mismo modo en que las “muchachas” han ocupado el suyo en la ciudad.

A partir de ese encuentro surgen diálogos entre las tres, donde se plantean las diferencias sociales, de cultura, de status social. La oligarca sufre por no haber podido desayunar como todos los días ya que las sirvientas estaban en las urnas, la ama de casa pena por no haber podido sufragar a causa de acompañar a su amiga al bar y la propietaria del lugar muestra su orgullo de haberse codeado con lo más selecto de la ciudad al momento de acercase a votar. Un fresco de época al que Gurevich no le da un registro único, oscilando su dramaturgia entre el drama individual de cada mujer, la relación de cada una con su pareja (representado en escena por un único varón), diálogos que se escapan del verosímil del relato y por tal motivo pierden fuerza dramática y en donde la obra entra en un registro farsesco, acentuado este por cuadros musicales de baile y canto alegóricos al peronismo.

Un planteo jugado el de Las Descamisadas que- como toda farsa- provoca la risa del espectador en momentos de máxima tensión, quebrando climas y haciendo que el público salga de su zona de confort. Como parte creativa de la propuesta, las actrices ( Julia Houllé, Claudia Schijman, y Cecilia Ursi) conocen el material que ellas mismas gestaron a la perfección y cumplen con actuaciones plausibles, destacándose, junto a ellas, Hernán Lettini en roles diversos y bien ejecutados dentro de una dinámica puesta en escena con escasos elementos escenográficos.

Las Descamisadas propone un acercamiento al cautivante mundo del peronismo, en particular, de Evita, desde una mirada muy particular, en una producto tan interesante como provocador.