La imagen-recuerdo

Por Silvia Sánchez

Partes de el premiado texto de Luis Cano y la evocación de las imágenes familiares.

Dirigida por Paula López, se está presentando en El Kafka Partes del libro familiar, texto de Luis Cano premiado en el Concurso Nacional de dramaturgia organizado por el Instituto Nacional del Teatro.

La pieza se mete en la problemática de la familia de la mano de Calibino, personaje que convoca el recuerdo familiar con tanto ahínco que termina hundiéndose en él.

La puesta se inicia con un joven Calibino que, visitando a su abuelo en un hospital, enarbola una “estirpe de objetividad” al atrapar los relatos de ese viejo enfermo y desmemoriado en un grabador. Sin embargo esa distancia, personificada en el objeto-grabador, se va quebrando a medida que pasan los minutos y Calibino, comienza a encarnarse en el relato de su abuelo hasta perderse en él, hasta representar ante sus ojos a su propio padre para satisfacer el deseo del viejo que confunde a Calibino con su propio hijo muerto.

Tanto se involucra Calibino en su historia familiar, que llega a introducirse en una fotografía del álbum de familia.

Allí, en ese instante en que se dislocan los planos del recuerdo y del presente, la representación asume sin medias tintas sus atributos de teatralidad. Poco hay de realista en la puesta en escena y también en el texto dramático y sin embargo, Partes del libro familiar es una buena fotografía de los roles familiares que resuena -de un modo poético- en los ojos del espectador.

Esa madre verborrágica, ese padre militar y esa abuela algo ida, transitan en un equilibrio que los vuelve reconocibles a la vez que no. Acaso sea ese uno de los puntos más interesantes de la puesta de López. Junto con las buenas actuaciones, o junto con ese instante coral de la familia cantando La violetera, o junto con ese otro en el que una imagen color sepia nos lleva al pasado, estando en el presente. Poder revolucionario de la fotografía al que la puesta respeta y cede paso.