La Boda Argentina

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Por Fabián D´Amico

Mirada particular sobre los horrores de la última dictadura militar, a través del amor de una pareja involucrada involuntariamente en sucesos traumáticos.

Con el advenimiento de la democracia, todos los lenguajes artísticos empiezan a indagar temas, situaciones y vivencias relacionadas con la dictadura militar ocurrida en nuestro país desde 1976. Un sinfín de historias y primas distintos sobre la represión, las torturas, la apropiación de bebes y las secuelas que ese genocidio deja en toda la sociedad argentina. Un tema doloroso e inagotable que tiene en La Boda Argentina una nueva mirada, donde en teoría, el amor todo lo cura.

Una joven pareja llega al país a celebrar su boda, luego de haber pasado toda su infancia y adolescencia en Junín y haberse mudado por varios años a Madrid. Arriban el mismo día del festejo del Bicentenario y ocupa un departamento de la familia de la joven. El clima que se vive en las calles no es el mismo que dentro de la casa. Hay tensión en la pareja y se transmite en la platea.

Pequeñas rencillas, males humores y el cansancio por el viaje se tornan más densas cuando el hombre descubre sobre la mesa una carpeta con la escritura del lugar, regalo que el padre de la novia le hace al novio. Sorprendido por esto, el joven empieza a indagar y logra que su mujer le dé una carta de su suegro, médico actualmente preso por haber participado en torturas y en especial en la del padre del joven.

A partir de ese descubrimiento el grado de tensión entre la paraje crece hasta tornarse insoportable. La desconfianza del hombre hacia su mujer, su indagación sobre detalles que ambos desconocen y que las familias han guardado en silencio para preservar el amor de los novios, el ataque del novio hacia su suegro y la defensa casi infantil y negadora de la mujer hacia su padre toman el centro de la escena hacia un desenlace sorpresivo que deja ciertos cabos sueltos.

Una mirada distinta y un tanto humanizada de un tema ríspido, abordado desde una dramaturgia centrada en acciones dramáticas que nacen de los diálogos entre ambos, con ciertos lugares comunes y algún que otro golpe bajo. Estos detalles son subsanados por las sentidas actuaciones, una dirección actoral precisa y un original dispositivo escenográfico que permite seguir a la pareja- y su pelea- por los distintos ambientes del departamento.

Carla Solari y Sebastián Pajoni les prestan más que el físico a sus personajes. Ambos realizan una performance desbastadora, cargada de sentimientos y pasión. Al ser la obra una creación colectiva en la cual ambos protagonistas están involucrados, estos conocen desde el germen a sus roles y los dotan de una credibilidad sorprendente, situación potenciada por la disposición espacial de la sala y la cercanía con los intérpretes con el público. Federico Ponce, desde la dirección, realiza una difícil tarea de contención de los personajes, con un manejo preciso de los tiempos, de los climas, a fin de evitar el grito o la agresión sin sustento, a solo fin de causar efecto dramático innecesario, ya que el mismo nace de la historia y se sostiene por la misma

La Boda Argentina trae a la actualidad un tema doloroso pero con un discurso sanador, reparador, en donde cada espectador podrá optar por una postura definida sobre lo vivido por cada protagonista pero cuyo objetivo no es juzgar sino encontrar el camino para sanar esas heridas sin olvidarlas.