Fuera de la ley

Por Silvia Sánchez

Apelando al melodrama y con excelentes actuaciones, la puesta de Tantanián, Los sensuales, brilla.

El inicio de Los sensuales, la nueva puesta de Alejandro Tantanián, aporta desde el vamos las claves con las que habrá de leerse la misma: un asesinato representado con música imponente y cuerpos desbordados, es decir, un régimen de lectura que se impone de entrada en las antípodas del realismo.

Con estructura de melodrama, la pieza pergeñada por Tantanián mantiene algunas reglas del género pero viola otras, sobre todo aquella que impulsa a la identificación del espectador con el héroe sufriente, regla que precisa de cierto aire realista que aquí brilla por su ausencia. Tampoco hay, de esta poética tan mimada por el sentido popular pero también por los rebeldes posmodernos, ni final feliz, ni personajes sacrificados.

Hay sí, amores imposibles, médula del género, pues en la puesta abundan los enamoramientos que no pueden ser, la mayoría de ellos por lazos sanguíneos.

Allí, y en varios puntos más también, Tantanián coquetea con la tragedia, porque en Los sensuales hay mucho de esa poética estallada: un parricidio (se trata de un padre asesinado y de cinco hijos que al parecer no se conocen entre sí y que están sospechados del crimen), amores incestuosos (los hermanos se enamoran unos de otros), un pathos que no da respiro (todos los personajes sufren y se lo comunican al público), una falta trágica que desata el caos, y sobre todo, un tono muy poco mesurado. O dicho con más precisión: un aire dionisiaco que se impone triunfal.

Sin embrago, el desborde está controlado, y eso vuelve a la pieza mucho más interesante que otras expresiones que han apelando a los mismos recursos, cayendo en la parodia.

Claro, Tantanián se rodeó acaso de los mejores actores que hay en el teatro por estos días: Ciro Zorzoli como el padre asesinado (un padre que vemos en escena como un punto de fuga “hamletiano”), Mirta Bogdasarian, Diego Velásquez, Pablo Rotemberg, Javier Lorenzo, Nahuel Pérez Biscayart, Stella Galazzi, Gaby Ferrero y Luciano Suardi. Todos exquisitos.

Con sensuales coreografías, música al piano que inunda la escena, suicidios, desmayos, límites borroneados y un credo que reza que el amor es traición, Los sensuales, basada en Los hermanos Karamásov de Dostoievski, es un melodrama “desmesuradamente contenido”.

Y como en todo buen melodrama, en esa casa sin ley paterna en donde la pasión le gana a la razón, el final es punitivo. Porque las culpas han de pagarse. Al menos en la ficción.