Frida Kahlo, luces y sombras

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Por Fabián D´Amico

Potente mirada sobre Frida Kahlo con una visceral actuación de Jimena Anganuzzi.

Una cama solitaria subyace en el centro de la escena. A su lado un mesa de noche y un poco más alejada una silla de ruedas. La luz de escena hace centro en la cama y en especial en un libro que descansa sobre ella. Al empezar la acción, el libro comienza a tomar vida, a latir. No es un efecto especial, sino que el libro está apoyado sobre el cuerpo de una persona, un cuerpo que parece estar devorado por la cama. Así comienza Frida Kahlo, luces y sombras, unipersonal que se representa en la Sala Gomez Tuñon del Centro Cultural de la Cooperación. Una obra cargada de simbolismo y obsesiones varias, sobre un momento especial en la vida de la pintora mexicana.

El relato se enfoca en la noche previa a que el amputen un pierna y en las postrimerías de la primera exposición individual que Kahlo hace en México. La pieza nos muestra a una Frida quebrada, frágil, en una cama cuya configuración tiene mucho de encierro- barrotes verticales abundan en ella-pero que lucha a brazo partido por reincorporase en ese lecho, ubicarse, sostenerse y recuperar de a poco su extinguida llama. Quiere terminar de escribirle una carta a su amor y a la vez, dejar reflejada en ella, un manifiesto sobre lo que fue, es y será su vida.

El público vivencia a través de la poética escritura de Abadi, los momentos de dolor de la artista, siempre a la sombra del hombre al que ama; su lucha por hacer conocidos sus cuadros y la dicotomía entre la admiración y pasión descontrolada por Rivera -en la cual queda reflejada su obsesión por el sexo- y el odio que le causa las cientos de infidelidades de su marido. El único aliento que la mantiene con vida y por la cual lucha frente a la adversidad de la próxima operación es concurrir a la presentación de sus cuadros, gracias a la complicidad de sus alumnos, casi como los hijos que nunca pudo engendrar, quienes tiene organizado el secuestro de Kahlo y el traslado de su cama al vernissage.

Una obra breve pero plena de fuerza, dolor y agonía; un drama que se convertirá con el transcurso del tiempo- breve por cierto- en tragedia. El trabajo de Abadi como director se centra en dejar a la actriz en carne viva, en rasgar su piel para que brote de su boca todo el dolor de la vida de Frida en apenas 50 minutos. Una dirección certera y un discurso genuino gracias a la entrega total de Jimena Anganuzzi. Su actuación es desgarradora y se materializa en el silencio casi litúrgico que se provoca en la sala durante todo la obra. Una composición al extremo, con un trabajo corporal y emocional muy comprometido que Anganuzzi realiza, quien en ciertos párrafos logra de manera brillante desasociar una oralidad casi de manifiesto político con la emotividad física , como si en un mismo frágil cuerpo habitaran dos personas: la mujer sufriente y la férrea militante.

Una potente y visceral mirada a la vida de Kahlo y a través de ella, la lucha de las mujeres- en especial las mexicanas- por lograr un lugar al lado del hombre, que no sea ni atrás ni adelante sino a la par, una lucha que en el siglo XXI aun parece continuar