Enlace Garrote

Por Silvia Sánchez

Andrea Garrote escribe y dirige Siempre tenemos retorno: diferentes universos que se chocan y se entrelazan desde la risa y el entretenimiento.

Enlace Borromi, es la compañía de jóvenes actores conformada en los talleres de entrenamiento actoral de Andrea Garrote que está presentando Siempre tenemos retorno, una divertida puesta que aúna tres historias tan disímiles como no.

Andrea Garrote -actriz fetiche del dramaturgo Rafael Spregelburd- es la encargada de la dramaturgia y la dirección de esta saga que sábados y domingos se presenta en el teatro Espacio Callejón.

La talentosa actriz esta vez decidió armar ella el equipo y que sean otros los que salgan a la cancha: Celina Rozenwurcel, Marina Pelatelli, Caio Grau Baena, Lucila Pérez Lascano, Nicolás Levín, Gabriel Rosujosky, Mijal Katzowicz, Mariano Sayavedra, Lucía Caleta, Andrés Rossi, Jorgelina Pérez, Juan Pablo Barrios, Pablo Gelós, Guillermo Jacubowicz, Lucas Mirvois y Rafael Spregelburd en su rol de “voz en off”.

La primera de las tres historias transcurre en canal 7, en donde dos músicos del interior (es excelente la actuación del cantante a lo largo de toda la puesta), esperan su momento para grabar el programa al cual sido invitados, programa que solo veremos al final de las tres piezas y que será uno de los momentos más logrados de Siempre tenemos retorno. Durante la espera, el imaginario colectivo acerca de lo que alberga un canal estatal está a sus anchas: empleadas inútiles, teléfonos anacrónicos, sindicalistas, productores que corren de un lado para el otro con incentivos no económicos, y todo eso que como imágenes -vaya a saber uno si verdaderas o no- han y hemos construido.

Esta historia y este espacio será “invadido” por dos historias más hasta volver a ella nuevamente en el final. La primera y con nombre propio es El oropel de Miami, de en donde un matrimonio invita a cenar a otro con el fin de sacarle dinero para la financiación de una película. La “microhistoria” está signada por la incomodidad que genera la situación de uno de los integrantes que es discapacitado, la poca confianza entre ambas parejas y la difícil labor de pedir dinero en esas condiciones. Si bien es la menos logradas de las tres historias, tiene el mérito de mostrar como la incomodidad puede dar paso a la adaptación -vaya a saber uno si eso es bueno o no- de manera rápida y al parecer natural.

La otra historia en cuestión, Mi señora es una espía, es uno de los mejores momentos -junto al final- de la obra de Garrote: una especie de sitcom peronista de los años 50 con un matrimonio y un hijo al que su padre -impotente para todo- quiere inculcarle una virilidad a toda costa, mientras un delegado gremial (Juan Carlos) seduce a su mujer entre salamines y reivindicaciones del movimiento. Con aplausos en off, risas grabadas e imágenes congeladas, esta “familia peronista de los cincuenta” (en donde la madre Graciela es una espía, el delegado Juan Carlos un “compañero”, el hijo se dedica al arte para preocupación de su padre, jefe de familia que sufre sin poder modificar nada pero tratando de imponer vanamente la ley patriarcal) es no solo divertida sino lúcida para poner en crisis “otros paternalismos”.

Dándole sentido al título de la obra, retornamos a canal 7 en donde los folcloristas que esperaban su turno, pueden -ahora sí- grabar “Música es esto”, un programa de música popular en el que brillan con una caravana de canciones folclóricas, ayudados por todo el juego dramático de la situación, el cual es coronado con la aparición de un conductor bizarro que usa camperas MTV y un productor “colocado” que mira a los “provincianos” con la mirada de aquel que nunca cruzó la General Paz.

Siempre tenemos retorno, además de contar con algunos muy buenos trabajos actorales tiene el mérito de durar casi dos horas y no aburrir. Formulada acaso desde la “cultura del zapping” (y no porque la matriz que contenga a todas las historias se desarrolle en un canal de televisión, sino porque saltamos de una historia a la otra), no dan ganas de cambiar de canal.