El fin de las pequeñas historias (Cané)

Por Silvia Sánchez

En el marco del ciclo cerocinco, Luciano Cáceres pasa lista a la biografía de Miguel Cané y de paso, revisa la historia de nuestro país, cien años atrás.

1905: Hipólito Irigoyen realiza un intento fallido de revolución contra el “Régimen” iniciando un camino que al final, lo encontraría sentado en un sillón presidencial. Nacen en Rosario Antonio Berni y en Buenos Aires, González Tuñón. 1905: se crea el Hogar Obrero, aquella cooperativa que intentó mejorar las condiciones de vida de las clases más pobres. Muere Julio Verne pero nace la increíble Garbo. También nacen Christian Dior y bajo el signo de géminis, Jean Paul Sartre.
1905: Muere Miguel Cané.

Rubén Szuchmacher, curador de cerocinco -ciclo que se está desarrollando en el cálido y juvenil espacio teatral El Kafka- tiene muy en claro porqué apelar a las efemérides, y contar la vida de grandes personajes.

Para él, cerocinco es un proyecto que dialoga opositivamente con el proyecto Biodrama que se lleva a cabo en el teatro Sarmiento. Si el Biodrama está basado en seres anónimos, el cerocinco encuentra su razón de ser en personajes históricos. Si el primero aborda pequeñas biografías, el segundo arremete con nombres que han dejado marcas en la historia. Para Szuchmacher, “en el último tiempo muchas corrientes apostaron a lo pequeño”. El prefiere en cambio -y según sus propias palabras- apostar a los grandes relatos.

“Relaciones interteatrales” podríamos decir, aunque la problemática exceda en gran medida al campo de lo teatral. Porque parece ser que el problema es más complejo y abarcativo: político, para decirlo en una sola palabra. O apostamos a los grandes relatos, o nos “conformamos” con los pequeños. Y para Szuchmacher la cosa parece estar bastante clara: se acabó el tiempo de los detalles, de lo periférico que solo tiene de resistencia el gesto, porque el poder siempre lo modula y lo absorbe. Postura fuerte. Como si las fisuras que las pequeñas historias pudieran provocar en la ”gran historia”, fueran apenas un consuelo para suavizar el dolor de saberse excluido de los grandes centros de poder. Las pequeñas historias: recreos, desvíos, lapsus, ilusiones de protagonismo que el poder nos entrega por un ratito. Pero solo por un ratito.

Debate actual colmado de palabras como posmodernidad, tercer mundo, microhistorias, capitalismo tardío. Debate de posiciones contradictorias.

¿Quién mejor entonces que Miguel Cané para formar parte de este ciclo?, personaje contradictorio si los hubo.

Cané fue una de las figuras más controvertidas de la generación del 80: autor de la emblemática Juvenilla, docente del Nacional Buenos Aires, primer decano de la Facultad de Filosofía y Letras -a la que contribuyó a fundar a fines del siglo XIX-, pero también, aquel que en 1899 presentó en el Senado un proyecto de ley sobre expulsión de extranjeros que años más tarde terminó convirtiéndose en la “ley de residencia”, la cual se usaría sobre todo contra los inmigrantes italianos socialistas y anarquistas.

Luciano Cáceres propone en solo cincuenta minutos, revisar la vida del escritor y a partir de esa revisión, recorrer la historia de la Argentina de cien años atrás. Pero aquí no hay “enredo” entre ficción y realidad. La propuesta de Cáceres exalta la
ficción: en el vestuario, en la violación del rigor histórico, en las situaciones desopilantes (como la escena del parto de Cané, o la confusión del escritor entre su madre y Engells), en la actuación anti-naturalista y en el propio planteo.

Se trata de un grupo de científicos que encuentra una formula para reanimar cadáveres gracias a la cual, deciden reanimar a su líder espiritual Miguel Cané. El grupo está compuesto por ex-alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires -del cual el propio Cané fue alumno y luego docente- y tiene como objetivo, investigar redes conceptuales para develar ciertos misterios de la República. Con la ayuda -previo secuestro- de un psicoanalista, los ex -alumnos serán testigos -pero a la vez provocadores- de una sesión de análisis disparatada entre el escritor y su terapeuta, a partir de la cual los muertos resucitan, las certezas se arruinan, las evidencias estremecen, y las contradicciones son puestas en primer plano.

Coincidencia o no, los ex - alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires han decidido crear una editorial propia en donde poder publicar sus obras y la han llamado Juvenilla, acaso como homenaje a pesar de las contradicciones que el nombre de Cané les disparaba.

Luciano Cáceres y Leandro Halperín -autor de la obra- han apelado al gesto inverso: han puesto en primer plano el nombre de Cané con sus contradicciones y complejidades, optando por la relectura critica.

Luego está el otro problema, el que para Szuchmacher “no es de bandos sino de pensamientos”. Y allí no hay contradicción que valga: cerocinco apuesta al retorno de las grandes historias. Y para eso eligió a un personaje grande. Aunque lleno de pequeñeces.