El discreto espanto de la burguesía

Por Silvia Sánchez

Los quiero a todos, es otra pieza que bucea en un colectivo social bien claro y definido.

Los quiero a todos, la obra de Luciano Quilici que se está presentando en el Beckett teatro, es otra pieza que bucea en un colectivo social bien claro y definido: esta vez el colectivo de los treinta y pico burgués pero con aire progresista.

Ciro, Jockey, Cosmo, Gina, Bettina y León -los personajes en cuestión- son claros exponentes de una generación cuya identidad ha sido modulada por algunas experiencias colectivas poco felices: la dictadura del setenta que los vio nacer; la bocanada de libertad de los ochenta que los enamoró y los abandonó; la inmoralidad de los noventa que los envolvió, y el desencanto del nuevo milenio que los desnudó pocos felices.

Uno quiere ser famoso como Sinatra; otro solo quiere ganar plata; una ofrece sus óvulos a quien quiera fecundarla y repasa su lista de amantes; uno conoce a una chica y al día siguiente la llama novia; a otro le gusta hablar por teléfono y mostrar sus genitales; uno se quiere acostar con su mucama paraguaya; otra está aburrida; uno quiere ser padre un soltero y déspota; otro tiene una madre piscótica a la cual le lee cartas. Todos son claros exponentes de una clase social media y progre que no sabe muy bien a donde ir, como vivir feliz con la rebeldía del mandato incumplido

A esa generación quebrada, el director ha decidido representarla de igual modo, por eso Los quiero a todos es una puesta fragmentada, hecha de retazos, de comentarios, de gestos que abarcan poco. Como los personajes.

Lo único que parece funcionar en ese vacío –escénico pero también existencial- es un dispositivo que en el fondo del escenario proyecta imágenes también en forma de retazos.

Muy bien capturado “el espíritu de época” (acaso porque Quilici es parte de esa generación), Los quiero a todos deambula sin embargo entre algunas debilidades actorales y otras dramáticas, aunque es una clara fotografía de una generación que también parece deambular.