Chicas de New York

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Por Fabián D´Amico

Fallida dirección de actores atenta contra el logrado resultado musical de la pieza, donde se destacan las coreografías y quienes las ejecutan.

Los folletines dan un resultado óptimo independientemente del dispositivo o lenguaje que lo represente. Historias de amor trunco, grandes romances interrumpidos por la distancia, amores eternos con océanos de por medio. Siempre excusas para relatar historias de amor con no siempre finales felices. Este formato es muy visitado por el teatro musical cuando quiere contarse una historia. Es el caso de Chicas de New York, el musical de Hernán Bonsergent que puede verse en el Teatro Ludé.

Una joven trabaja para subsistir en un cabarert de poca monta en New York. Una carta enviada por un desconocido habilita la posibilidad de encontrar a su padre, el cual no conoce de su existencia. Para poder hallarlo debe emprender un viaje desde la alicaída ciudad americana hasta la no tan prospera Buenos Aires donde se halla, en teoría, su progenitor. Gracias a un conocido de la joven y del autor de la carta, emprende su viaje en barco pero no lo hace sola, sino con tres de sus compañeras de cabaret.

Llegan a Buenos Aires solo con una valija, una dirección y mucha incertidumbre. Las recibe quien escribiera la misiva, camarero de un caberet argentino cuyo dueño es el padre de la joven en cuestión. Las muchachas se ofrecen de camareras pero de a poco le van dando vida al sitio portuario transformándolo en un lugar de baile y diversión. Amores recién nacidos en estos puertos, el deseo de decirle a su padre quien es, los celos de la prometida y futura madrastra de la joven y otros personajes menores tiñen de drama a esta folletinesca trama.

Chicas de New York, que alude al tema cantado por Gardel y que son los nombres de las cuatro amigas, debe analizarse desde dos aspectos (dirección de actores y cuadros musicales) que son inseparables al momento de plasmar un musical pero que en esta oportunidad uno opaca al otro y termina por dañar el resultado final. El aspecto negativo de la propuesta es la errática dirección de actores que empaña cualquier logro de la pieza. La inexistencia de un diseño adecuado de la psicología de cada personaje (las hay y variadas) y el quedarse solo con un dibujo externo, caricaturesco y en algunos casos, criaturas crispadas que resuelven las situaciones a los gritos atentan contra el producto. Solo Lorena Paola en un pequeño papel al cual la actriz le pone su experiencia y Marcelo Durán, un profesional del genero pueden hacerse cargo de sus personajes con soltura y gracia, lejos de las maquietas o lo artificioso. En lo vocal, es destacable la performance de Lucas Domínguez

Lo valioso de Chicas de New York lo aporta lo musical. La coreografía de Rodrigo Villani y los arreglos vocales Ivan Skamarda sacan a la platea del letargo causado por las fallidas acciones dramáticas y posibilitan que el elenco se destaque en totalidad, como si quienes actúan fuesen otros distintos de quienes cantan o bailan. Vigorosos cuadros de tap, ingeniosos coreografías y bellas melodías arrancan los aplausos que la audiencia le retaceaba a las actuaciones.

Chicas de New York es un musical, con una generosa producción visual dentro del circuito alternativo, que merece una revisión y replanteo desde la dirección para iluminar las sombras que oscurecen el desempeño de un entusiasta elenco que brilla en los bailes y las canciones.