Cantando sobre la mesa

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Por Fabián D´Amico

Efectiva reposición de un clásico de binomio Midón-Gianni

El lugar por excelencia para demostrar su talento siempre ha sido el teatro y desde 1970 con el estreno de La Vuelta Manzana, Hugo Midón conquista- y continua haciéndolo- a varias generaciones de argentinos. La televisión no le es ajena al autor y director, en especial en los primeros años de la década del 80 donde se transponen en un estudio televisivo (ATC) varios de sus éxitos como La Vuelta Manzana, El Imaginario y Cantando sobre la Mesa. Esta última repuesta esta temporada en el Centro Cultural 25 de Mayo y con un estreno previo en el 2017 en el Coliseo Podestá de La Plata.

Dos vecinos de un barrio cualquiera dialogan amistosamente. El hombre demuestra sentimientos románticos hacia la mujer, aunque esta este enamorada del amor y no de alguien en particular. Mientras cada uno hace un quehacer domestico (el hace una ventana y ella plancha ropa) esperan a un personaje muy especial del barrio: el cartero, la persona encargada de traer buenas noticias a los vecinos. Su llegada cambia el sentido de la obra ya que invita a los vecinos a emprender un viaje especial para entregar cartas a destinatarios lejanos.

Una historia que puede encararse de manera textual o como uno más de los tantos juegos cotidianos de los chicos del lugar, que con solo tres mesas y algunas sillas transforman el espacio en casas, trenes, centro de telecomando espacial, cohete en viaje al espacio o simplemente el fondo del mar. Sitios en donde el trío deberá entregar sendas cartas a una sirena, un astronauta y un bañero.

El contenido lúdico esta siempre presente en las piezas de Midón y es el motor de la vida de sus criaturas. Una manera de entretenimiento que los padres de hoy añoran y que los chicos observan desde la platea extrañados- y asombrados- por la falta de tecnología como mediadora entre el juego y quien lo juega. Un descubrimiento asombroso el ver como a partir de una mesa y la imaginación, este elemento cotidiano se transforma en un tren, un barco y una nave espacial.

El elenco homogéneo esta encabezado por un trío protagónico formado por la correcta Cecilia Carrizo como la bella de la obra, uno de los señores del musical vernáculo como lo es Martín Ruiz (Chicago-Casi Normales) en el rol de galán y aventurero y un brillante Juan Manuel Besteiro como el antihéroe que despierta carcajadas en la platea con su agradecido papel. Cada uno de ellos demuestra su profesionalismo y predisposición para el juego sin temor al ridículo o a la caricatura.

La puesta de Gastón Marioni respeta el espíritu del original y resulta dinámica y efectiva, con una precisa marcación de los actores y de la orquesta que esta en vivo sobre el escenario y es una protagonista más de la propuesta.

Colores brillantes, música pegadiza del genial Carlos Gianni, muchos juegos y las mesas como ámbito para la diversión plena que se materializa función tras función en Villa Urquiza y se expande hacia todos los rincones y lugares en donde los chicos se animen a dejar la telefonía celular de un lado y empezar a jugar y cantar sobre las mesas.