Azucena en cautiverio

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Por Fabián D´Amico

Segunda parte y continuación desopilante de “La Suplente”. Histriónica labor de María Rosa Frega.

Dentro del mundo del teatro, hay papeles y roles, cuyo su solo nombre nos remite a determinadas obras. Con solo mencionar a Julieta, Blanche, Bernarda; se sabe a que nos referimos. Para los espectadores de teatro marplatense, y para muchos turistas afortunados, el nombre de Azucena Marchitte (cuyo apellido, según la misma Azucena “no significada nada”) no es ajeno. Su mención nos transporta a un aula, donde una novel profesora de literatura española, que hace de su profesión un sacerdocio, da su primera clase ante la ausencia de la titular, en licencia por su viaje de luna de miel. Temerosa pero extasiada por esta posibilidad, termina la jornada, debido a su fervor, aplastada por el pizarrón. Este relato corresponde a uno de los unipersonales más exitosos y premiados de Mariano Moro, llamado en honor a esta obrera de la tiza, “La Suplente”. Una pregunta era el comentario unánime del público, luego de haber compartido esa fatídica clase: ¿Cuál será el destino de esta desdichada docente? Esa duda es saneada esta temporada en La Bancaria, donde se pude ver “Azucena en cautiverio”. Con los acordes del “Romance de Azucena”, canción que introduce al público en los avatares soportados por la docente, entramos a una sala de hospital donde fue traslada Azucena luego de su accidente áulico. Sucede que no es una sala de un nosocomio común, sino el consultorio de un pabellón psiquiátrico. En él, se encuentra un médico que intentará descubrir, a lo largo de la pieza, cuales son problemas que han llevado a la docente a su estado actual. Con la primera mirada que el facultativo cruza con su paciente, Azucena queda profundamente enamorada (y excitada).Confeso admirador de la literatura española, el psiquiatra mantendrá con su paciente una relación simbiótica y un tanto enfermiza, con un final inesperado.

Utilizando similares recursos que en La Suplente, Moro lleva a sus criaturas por el camino de grandes autores españoles, para contar su existencia. En esta oportunidad, pasajes de “Doña Rosita”, “Don Juan Tenorio”, la versión de Romeo y Julieta de Lope, son los elegidos, a través de un humor desopilante que el autor les imprime a estos clásicos, para presentar la locura de esta solitaria mujer. Si bien el público disfruta de estos pasajes; estalla en carcajadas, cuando el médico induce e incita a su paciente a probar con la comedia musical y la revista, como medio liberador de prejuicios físicos y psíquicos.

Si bien “Azucena en cautiverio” tiene una estructura bien armada, pensada y delineada hasta el último detalle desde la pluma de su autor, que la platea reconoce y agradece; los méritos de la pieza sucumben ante la interpretación de María Rosa Frega. Su creación supera lo escrito y va más allá de la historia. Con un manejo asombroso de su físico, recurso a través del cual, expone los estados por los cuales su personaje transita; su entrega sorprende. Maneja de manera precisa y visceral su papel, haciendo creíble su Azucena, aún en los momentos de mayor delirio, que no son pocos. Una gran actriz que ha superado los límites del teatro off, y que debería (y merecería) tener otros horizontes. Junto a ella, Mariano Mazzei, como el psiquiatra, realiza una labor más que plausible, siendo uno de los jóvenes actores que mejor “dicen” y declaman los clásicos españoles, demostrando, además en esta obra, sus condiciones como actor de comedia musical.

Si hay gente que aún no conoce a Azucena, esta es una oportunidad única para entrar (o regresar) al mágico universo de esta criatura, último estandarte defensor de la literatura española. Con “Azucena en Cautiverio” se demuestra que en el mundo del espectáculo, no siempre las segundas partes no son buenas.