¿Ficción o realidad?

Por Silvia Sánchez

¿Dónde se hallará ese umbral mínimo de ficción que toda vida posee y del que habla Vivi Tellas?

¿Dónde se hallará ese umbral mínimo de ficción que toda vida posee y del que habla Vivi Tellas? ¿En que trazo brillante de cuadros de Eva pintados por una madre? ¿En cual de todos los golpe que azotaron a Silvana? ¿En qué copa de todos esos árboles que comenzaron a salvarla? ¿En cual sonido vomitado por un megáfono que hablaba inglés?

En Archivos, Vivi Tellas -responsable del proyecto Biodrama- intenta encontrar esa teatralidad poco ortodoxa que está fuera del espacio teatral y que, en todas sus variables, funde la realidad.

Cuatro son las obras que pueblan el ciclo: Escuela de conducción, en donde Tellas vuelca su mirada acerca del mundo de las escuelas de manejo a partir de una experiencia personal en el ACA; Tres filósofos con bigotes, en donde tres profesores de filosofía reflexionan sobre la tarea de reflexionar, Disc Jockey, en donde dos Djs de la noche porteña relatan de que se trata eso de la música electrónica y la gente bailando, y Mujeres guía.

En esta última, Silvana Bondanza, María Cavanna y Micaela Pereira son tres mujeres que comparte el mismo oficio de guías: María Irma es especialista en city tours, Silvana es guía del Jardín Botánico y Micaela del Museo Etnográfico. Acostumbradas al entramado de relatos por el tipo de oficio que ejercen, las tres “mujeres-actrices” cuentan al público uno acerca de sus propias vidas a partir de pasajes significantes de las mismas.

Silvana muestra fotos, esgrime el telegrama del año 2001 en que la despidieron, lee la carta en la que le informan del remate de su casa. Micaela abre el recuerdo de una familia peronista y militante, a partir de los cuadros pintados por su mamá y el decir pegadizo de la marchita. María Irma hace que suene Las olas y el viento, como en la misma noche en que salió por primera vez con ese playboy que con los años sería su marido.

Poco hay de teatral a simple vista en esos relatos, es más bien una mostración de imágenes y sonidos de vida reales acompañados por un tono lo más neutral que se pueda.

Pero allí, en esa “mostración” de los años vividos, Tellas suele encontrar ciertas imágenes teatrales, ciertas imágenes “contenedoras de mundo” que la hacen decir con convicción que toda persona es un archivo, es decir, una reserva de experiencias, saberes, textos, imágenes y comportamientos.

El Proyecto Biodrama, encargado de ficcionalizar vidas reales, ha tenido desde su inicio una variedad amplia de abordajes y estéticas, y acaso sean las cuatro obras que pueblan Archivos, las más inestables en el campo de la ficción y las más cercanas a la idea de documental.

Difícil es en estos terrenos hablar de mejores o peores actuaciones o de buena o mala escenografía cuando la teatralidad es la que se impone y no el teatro, es decir, cuando de lo que se trata es de capturar imágenes que impliquen juego y mirada y no, convenciones (o rupturas, claro está) para el armado de una ficción.

Se trata más bien de poner en escena el umbral mínimo de ficción del que se habló más arriba. Ese que persigue Tellas. Coronado por ese final en que los espectadores son invitados a charlar con las protagonistas y a comer con ellas ricos sandwuchitos de miga…

¿Y eso como se lee? ¿Ficción o realidad?