En la edición 2016 las óperas primas que se presentan son “Homealone”, de Carla Grella, “Orfeo Mezzosoprano”, dirigida por Miguel Sorrentino y “La vida feliz”, de Pablo Rojas. Como el año anterior, se ha decidido otorgar una mención a una cuarta propuesta, “Mientras muero imagino huevos que se pudren”, de Leandro Orellano, que se presentará el año próximo. Todas ellas continuarán en 2017.

Catorce años atrás no existían las redes sociales y la manera de comunicación y de difusión de espectáculos era el “boca a boca” o alguna nota radial o en periódicos. Al no existir Youtube (se crea en 2005) el contacto entre la producción de los artistas y el público se generaba en los recitales en vivo, casettes y cds.

Se puede estar en acuerdo o no con un estilo pero no se puede dejar de reconocer la innovación que el mismo trae aparejada. Esto ocurre-desde el armado de los primeros cuadros revisteriles para los shows de Nito Artaza hasta la actualidad – con Flavio Mendoza. Un coreógrafo y productor que ofrece sobre un escenario productos que nunca dejan de sorprender a un público ávido de shows fastuosos.

Una vez más el off porteño vuelve a hacerlo. Una grata y reconfortante sorpresa para quienes de a poco van descubriendo salas y lugares lejanos del microcentro. Un año fructífero desde las periferias del teatro comercial para un género-como lo es la comedia musical- casi reservado hasta no hace mucho tiempo atrás para los grandes escenarios y fastuosas producciones.

La esencia de un texto clásico es el disfrute del mismo en cualquier idioma, país o adaptación ya que la fuerza de este radica en la historia que se cuenta. En cambio cuando un espectador se enfrenta a un texto con marcadas referencias localistas, que el adaptador no puedo sortear, el público tiene que hacer muchas concesiones para poder entrar de lleno en lo que se relata. Esto ocurre en Dinner, obra inglesa de Moira Buffini, estrenada en Londres en 2002 y que puede verse en el Paseo La Plaza en una versión local dirigida por Valeria Ambrosio.

Sentarse en una butaca de un teatro y escuchar de manera clara y precisa como fluyen las palabras de la boca de los actores, proyectándolas con naturalidad hasta el último rincón de la sala no es algo habitual en nuestros días. Los últimos avances técnicos en sonido y ecualización del mismo, tanto en grandes escenarios como en pequeños espacios del off, permiten que con mínimos micrófonos ambientales la potencia de los sonidos se amplifique a discreción.

Un frase trillada y muy habitual al hablar de teatro de revista es que el género está muerto, que la revista como se la conoció en su época de esplendor murió, que no hay actores, vedettes, guionistas y productores que se dediquen al mismo. Si bien, en cierto sentido, esto no es una falacia, siempre hay gente que apuesta a este tipo de espectáculos y en especial público ávido de ir al teatro a entretenerse. Como hacedor de espectáculos de corte revisteril, Nito Artaza intenta mantener algo de la esencia del género y genera shows con figuras conocidas y atractivas puestas en escena.

El colectivo, cuyo nombre es Marciano, no arranca. Se cansó luego de varias décadas de soportar rutas y malos tratos. Su dueño le habla, le pide que no lo abandone en este pueblo perdido. Los ruegos no son escuchados. El dueño de Marciano viene de varios fracasos. El más cercano es la función que realiza con su troupe de catch para 16 personas y luego de la cual todos los luchadores abandonan la gira. El campeón argentino de lucha de la década del 60 calma su sed y angustia con moscato que toma desde una damajuana en un sitio que tiene cambios repentinos de clima.

Los espectáculos de variedades tienen su origen- y deben su nombre- en un teatro llamado Théâtre des Variétés, abierto en París en 1790. Allí se realiza por primera vez este tipo de shows (bailes, números musicales, ilusionismo, humor, acrobacia, circo) presentados al público como una serie de actos que no siguen un orden específico y toman la esencia del vaudeville y el music hall.